DÍA DE LA MÚSICA. 21 de JUNIO. A veces es oportuno recordar estas efemérides
En el año 1594 Santa Cecilia fue nombrada patrona de
la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha
permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de
noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada
mundialmente como el Día de la Música. El padrinazgo de la música le fue
otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes
melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte
convirtió así su nombre en símbolo de la música.
La Fiesta de la Música es una celebración
internacional que se realiza el 21 de junio, el primer día
del verano del hemisferio norte. Su objetivo es
promocionar la música de dos maneras: La primera que los músicos aficionados
voluntariamente salgan a tocar a la calle. La segunda es con la organización de
conciertos gratuitos, en los que el público tenga la oportunidad de presenciar
sus artistas preferidos sin importar estilo ni origen.
En 1982 comienza a celebrarse en Francia
una fiesta que poco a poco va extendiéndose al resto de países
europeos: la fiesta de la música. Tres años más tarde
esta celebración se instituye como evento europeo y, coincidiendo con el
solsticio de verano, en todos los países de la Unión Europea se dedica un día entero para
celebrar la pasión por la música.
El solsticio de verano también tiene relación con las festividades paganas
de la antigüedad, en las cuales se rendía culto a la naturaleza y sus
transiciones.
Más de 30 años después, la fiesta sigue de plena actualidad,
y todas las ciudades de España se llenarán hoy de ritmo y color.
Para
continuar la festividad les propongo que escuchen la sonata para piano nº 14 en do sostenido
menor “Quasi una fantasía”, Op, 27, nº 2. Popularmente conocida como “Claro de
luna”, fue escrita por Ludwing van Beethoven en 1801 y publicada en 1802. Se
trata de una de las obras más conocidas del autor.
Hay una vieja
historia relacionada con la composición de esta sonata. Si bien ha sido
desacreditada por muchos, ya es parte de la tradición de la sonata, y es muy
interesante su lectura.
Se cuenta que una
noche, Beethoven y un amigo estaban caminando por las
calles de Bon, y, al pasar por uno de los barrios más pobres, se sorprendieron
de oír música, bien interpretada, proveniente de una de las casas. Beethoven,
con su usual intrepidez, cruzó la calle, abrió la puerta de un empujón, e
ingresó a la casa sin anunciarse. La habitación era precaria, y estaba
iluminada por una débil vela. Un hombre joven se encontraba trabajando sobre un
banco de zapatero en un rincón. Una joven mujer, aún casi una niña, estaba
sentada a un viejo piano cuadrado. Ambos se sobresaltaron por la intromisión,
pero su sorpresa no fue mayor que la de Beethoven y su amigo al enterarse que
la joven era ciega.
Beethoven, un
tanto confundido, se apresuró para disculparse, y explicó que había quedado tan
impresionado con la calidad de ejecución de la joven, que había apresurado por
averiguar quien era que estaba tocando en ese mismo momento esa noche y en ese
barrio de la ciudad. Luego, preguntó amablemente a la muchacha dónde había
aprendido a tocar, a lo cual ella respondió que una vez habían vivido al lado
de una mujer que estudiaba música, y quien pasaba gran parte de su tiempo
practicando las obras del gran Maestro, Beethoven. Ella había aprendido a tocar
muchas de las piezas del Maestro tan sólo oyendo practicar a su vecina. El
hermano de la joven los interrumpió en ese momento para saber quiénes eran los
intrusos, y que seguramente habían notado la pobre interpretación de su hermana.
¡Escucha! Dijo Beethoven, mientras caminaba hacia el piano, luego se sentó y
tocó los acordes iniciales de su Sonata
Claro de Luna.
Lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha al momento en que ella reconoció la música, y luego con una voz trémula, le preguntó a él si era posible que fuera el gran Maestro en persona. “Si” respondió Beethoven; “tocaré para ti”. Luego de unos momentos, mientras tocaba una de sus composiciones más viejas, la vela parpadeó, y se apagó. La interrupción pareció romper el tren de su memoria. Beethoven se levantó, fue hacia la ventana, y la abrió, inundando la habitación con la luz de la luna. Luego de meditar unos momentos, se volvió y dijo: “Improvisaré una sonata a la luz de la luna”. Luego siguió la maravillosa composición que conocemos tan bien.
Lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha al momento en que ella reconoció la música, y luego con una voz trémula, le preguntó a él si era posible que fuera el gran Maestro en persona. “Si” respondió Beethoven; “tocaré para ti”. Luego de unos momentos, mientras tocaba una de sus composiciones más viejas, la vela parpadeó, y se apagó. La interrupción pareció romper el tren de su memoria. Beethoven se levantó, fue hacia la ventana, y la abrió, inundando la habitación con la luz de la luna. Luego de meditar unos momentos, se volvió y dijo: “Improvisaré una sonata a la luz de la luna”. Luego siguió la maravillosa composición que conocemos tan bien.
Gonzalo Díaz Arbolí
Académico de Santa Cecilia
bonito
ResponderEliminarBuena entrada para el día de la música...
ResponderEliminarPrecioso y emocionante tu artículo, Gonzalo, de la niña ciega que impresionó a Beethoven tocando el piano
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