DE NUESTROS ACADÉMICOS
En una de las escenas de la “La
vida de Bryan”, el líder del FPJ (Frente Popular de Judea) interpela a sus
compañeros de lucha cuando éstos reconocen la superioridad intelectual de los
romanos: -Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el
vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos,
¿qué han hecho los romanos por nosotros?
Una pregunta parecida llevo yo formulándome desde
que el tribuno Tito Manolo Morillus, uno de los cabecillas en nuestra ciudad del
FPJ (en El Puerto, reconstituido bajo el nombre de Frente Portuense de
Jubilatas), glosó en esta misma esquina la figura de Emilio Flor, ese romano
coquinero que acaba de colgar los trastos oficiales de enseñar y el uniforme de
trabajo, la túnica que le legó Antígona de su hermano y unas sandalias de
rebaja que compró al final de la primera Guerra Púnica en la zapatería enfrente
de Cartago.
Vale, no es mal tío. Ha echado más horas en el
Instituto Santo Domingo que las columnas del patio. Sigue siendo el ojito
derecho de Balbo El Menor, de los Balbo de toda la vida, que ya en el año 50
A.C. (Antes de la Crisis) le aseguró que lo suyo era puro teatro. Desde hace
dos o tres centurias es titular indiscutible en el C.D. Los Pardillos (en sus
años mozos le marcó un penalty a Iríbar). De acuerdo. Pero aparte de todo eso,
de saber latín, de ponernos todos los años Roma a tiro de piedra, dar clases
particulares gratis y acumular conferencias, excursiones, estrés y ácido úrico,
¿qué ha hecho Emilio por nosotros?
Sí, es uno de los imprescindibles en la vida
académica de varias generaciones de portuenses. Nos consta que, al saber de su
jubilación, muchos han recordado (del latín recordis, volver a
pasar por el corazón), con una melancolía parecida a la que se siente cuando se
baja el telón o se acaba el partido, las amenas clases en las que se velaba el
cadáver de una lengua muerta a la que aquel joven humanista veía siempre
rebosante de salud.
¿Que qué ha hecho Emilio por nosotros? Algo mucho
más importante que todo eso y que no aparece en su brillante curriculum: ser de
nuestra calle, de nuestro instituto, de nuestro equipo de fútbol, de nuestro
grupo de teatro. Ser de los plebeyos proletarii. Ser uno de los nuestros.
Como homenaje a nuestro académico Emilio Flor.
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