CINE

EL PÚBLICO CINEMATOGRÁFICO I
Por Jesús Almendros Fernández


En cierta ocasión le preguntaron a Alfred Hitchcock su opinión sobre el cine, que qué era para él realmente esta forma de expresión, esta manifestación artística.   El genial y gordo director contestó: “Para mí el Cine es una sala llena de butacas que hay que llenar de gente”, y es que en el fondo es eso o, al menos, era eso cuando para ver una película había que ir a una sala cinematográfica y comprar una entrada para verla.  

Sin un público que llenase las salas de entonces, no habría cine, sin un número importante de espectadores ante un televisor cuando se emite una película, no hay cine, sin una venta masiva de discos digitales de un film determinado, no hay cine porque ¿Qué es el cine?, ¿Arte o Industria? A veces Arte, desde luego pero siempre Industria. 

En realidad podríamos decir Arte e Industria porque hacer un film cuesta mucho dinero y nadie está dispuesto a efectuar ese gasto, esa inversión mas que con la esperanza de recuperar lo invertido y además sacarle un beneficio lo cual muchas veces no ocurre e incluso supone la ruina de quienes lo intentan.  Para conseguirlo, las grandes productoras se han valido desde siempre de dos grandes pilares, los avances técnicos para hacer las películas lo más espectaculares posible y la utilización de estrellas y la creación de mitos.
Por desgracia lo más frecuente es que los mayores éxitos de público no resistan el menor análisis artístico y que verdaderas obras maestras no obtengan el beneplácito del público, pero al final el tiempo siempre pone a cada uno en su sitio, lo malo se olvida y lo bueno permanece pero los criterios de apreciación también varían, los cánones con los que comparar la obra, el decidir lo que es malo y lo que es bueno no siempre es igual, las modas y los valores influyen es su apreciación y más aún, hoy en día en que los modernos sistemas de comunicación han hecho que sea tan fácil ver una película norteamericana como otra europea, africana, asiática o del lugar mas desconocido de la tierra y no solo eso sino que es posible ver in igualdad de condiciones una película de un presupuesto descomunal que una pequeña producción artesana realizada en sistema digital con poquísimo dinero. 

Desde que se inventó el Cine, Europa y Norteamérica se disputaron el favor el público que no tenían otra opción de ver cine que el que las productoras occidentales, incluidas las rusas, les ofrecían aunque paralelamente en otras zonas del mundo como India o Japón, se desarrollaban también potentes industrias cinematográficas.  Cuando Europa y Norteamérica, los públicos, descubrieron en 1951 el cine japonés, quedaron fascinadas.  En Venecia le dieron el Leon de Oro a  “Rashomon” de Kurosawa y en Hollywood le concedieron el Oscar a la mejor película de lengua no Inglesa.   

Nunca antes se había visto cine oriental y resultaba exótico y sorprendente. Hoy eso no podría ocurrir, hemos perdido la capacidad de sorprendernos ante nada y a la vez que podemos ver películas de los mas apartados lugares del mundo, las grandes estrellas han cedido su poder de convocatoria a los cantantes y a las bandas de Rock.  

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