PINTOR ENRIQUE OCHOA
A
propósito de la exposición “Ochoa vuelve
al Sur. 1914-2014. El pintor de la música”, que se celebra en Málaga, del
24 de enero al 23 de marzo 2014, del
pintor portuense ENRIQUE ESTÉVEZ OCHOA,
conocido en el mundo del arte como Enrique
Ochoa, pues así firmaba sus obras.
El siguiente texto fue publicado en el número "inaugural" de la revista,”Pliegos de la Academia” en octubre de 1991, por el entonces Presidente de la Academia y Director de "Pliegos de la Academia", Francisco M. Arniz Sanz, autor asimismo de la biografía de Enrique Ochoa.
El siguiente texto fue publicado en el número "inaugural" de la revista,”Pliegos de la Academia” en octubre de 1991, por el entonces Presidente de la Academia y Director de "Pliegos de la Academia", Francisco M. Arniz Sanz, autor asimismo de la biografía de Enrique Ochoa.
De
Enrique Ochoa se ha dicho y se ha escrito mucho y bien, se puede calificar de
insólito el hecho de que toda la intelectualidad hispánica, del campo artístico
que sea, haya sido unánime en las críticas laudatorias sobre su obra. Desde
Falla hasta Andrés Segovia, desde Lorca hasta Apollinaire, desde Juan Cocteau
hasta Picasso, pasando por nuestro paisano Rafael Alberti, se han ocupado de su
quehacer artístico. Es por eso por lo que no resulta nada fácil decir algo
nuevo sobre su pintura.
Dilatada
ha sido la obra de este "Alumbrado
multicolorista de El Puerto" -como lo llamará José María Sucre en su
ensayo Ochoa y las imágenes internas-, desde su ya lejana primera muestra, que
tuvo lugar en Madrid en 1914 hasta su muerte, acaecida en Mallorca en 1978,
-aunque sus restos reposan en El Puerto, por expreso deseo del artista-. Casi setenta años de pintura que,
difícilmente, se pueden condensar en unas pocas líneas.
Para
Ochoa, la pintura debe tender a la creación de una realidad de orden superior
o, lo que es lo mismo, la espiritualización de la realidad visual. De ahí esas
visiones simbólicas, esos quiméricos
paisajes, esas “imágenes internas" entre sueño y realidad que
emanan de la claridad interior del artista en esa búsqueda estética. Y esta
espiritualidad o profunda religiosidad, que deriva de sus obras, se inicia en
su etapa de estudiante en Toledo, donde descubrirá la pintura del Greco, que
tanto le impresionó y que dejará en él una huella indeleble. Basta ver el San
Francisco de Asís que pintara mediados los años sesenta y que representa con
una figura de extremada estilización anatómica. Pero no sólo encontraremos
influencias del Greco, sino también reminiscencias de Duccio, de Fray Angélico
y de Boticelli, en la gravedad religiosa y el acento místico que impregna toda
la plástica ochoadiana.
No
es un hecho casual que Ochoa eligiese para vivir y para pintar la isla de
Mallorca y más concretamente, Valldemosa
y su Cartuja. Pintor de espíritu inquieto y curioso, insaciable en su búsqueda
de nuevos caminos, poeta y, para colmo de bienes, melómano, no podía elegir otro
escenario que el de la Cartuja balear, como en otro tiempo hiciera, viviendo un
idílico episodio con George Sand, Chopin. Y será en la isla donde encuentre no
solo esos inigualables amaneceres de suaves tonalidades, sino el eco, aún vivo,
de los acordes del genial compositor.
Decía
Aldrich, a propósito del discutido concepto de la "forma de un
sentimiento", que, "el
contenido de una obra musical es tan visual como auditivo ", y así
pareció entenderlo el pintor de El Puerto de Santa María, cuando, dejándose llevar
por su musical sentir, interpreta plásticamente las sonatas y sinfonías de los
grandes maestros. Recordemos la predicción de Debussy: "Un día, un pintor llegará a expresar mi música" Oír
colores, ver sonidos, abordar la variedad de ámbitos sensuales es, en
definitiva, lo que conforma el mundo imaginativo del SOLITARIO DE VALLDEMOSA,
tal como lo bautizara Mariano Sola. Rica será la "Plástica musical"
ochodiana, que abarca desde Chopín con su NOCTURNO n. o 15, a la SONATA
APASIONADA de Beethoven; desde la CATEDRAL SUMERGIDA de Debussy, a la FANTASIA
CROMATICA de Bach, pasando por la DANZA DEL FUEGO de su paisano Falla.
Pintura
y música hermanadas en los pinceles de Enrique Ochoa, un pintor único, al que
nadie se atreverá a encasillar. García Lorca diría de él: “¿Pintor? ¿Músico? ¿Poeta? Creador…”
Gracias al autor de este artículo por regalarnos estas pinceladas sobre el genial artista portuense.
ResponderEliminarGracias, Alberto.
EliminarMe alegra releer el atinado e interesante texto de Paco Arniz y me apena que en El Puerto no se haya celebrado esa efeméride
ResponderEliminarAmigo Paco, muchas gracias. Cuánto tiempo sin vernos...Un abrazo.
EliminarExcelente texto del gran conocedor del maestro Ochoa y crítico de arte Francisco Arniz. Celebro que siga dando muestras de su talento y nos enseñe las vías para entender el arte del pintor de la música.
ResponderEliminarGracias, Jose. Un abrazo.
EliminarMañana 14 febrero a las 18.30 horas en el museo MUPAM de Málaga paseo de Reding 1 pronunciara una conferencia sobre Ochoa y el retrato de mujer, la catedrática de la UCM Ángela Ena Bordonado. No os la perdáis !!
ResponderEliminarHola, alguien sabe si la madre de Enrique Ochoa se llamaba María de los Ángeles O´Farrill y Montalvo ?
ResponderEliminarGracias
Elena
Se llamaba Milagros Ochoa Ríos.
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