ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (161)

            A llevar su espíritu
         (En memoria de José Joaquín Solís Muñoz Seca)
        

Cuando Cervantes nos quiere contar la muerte de Alonso Quijano, es decir don Quijote, da un cariñoso rodeo con las palabras para hacerlo de una forma afectiva,  cubriendo ese acto transcendental de nuestra vida con una sencillez y una entrega también ejemplares, como fue la vida entera de su caballero. Así nos dice Cervantes que don Quijote: "dio su espíritu, quiero decir que se murió."

         Nuestro  querido amigo ─y vecino para los habitantes de El Puerto de Santa María─ Joaquín Solís, ha dado también su espíritu, cuando llegaba la primavera,  y nos ha dejado en el aire su eterna sonrisa de agradecimiento a la vida por todo lo que se cruzaba en su camino: personas, flores, aires y hasta por las salamandras de su jardín, al lado del mío, frente al muro de los jesuitas en El Ancla. Por eso, aunque se ha ido a llevar su espíritu a la eternidad, cumpliendo un encargo que todos tenemos desde niños,  nos ha dejado dentro de nosotros ese enorme recuerdo grabado  en el pensamiento  de caballero noble, acogedor, generoso  y bueno, también como el personaje de Cervantes.
        
En la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, de El Puerto de Santa María, de la que era miembro destacado, ha dejado un  inmenso vacío y dolor, ya que todos le queríamos -¿quién  podía no querer a alguien tan cordial, sabio y afectivo como Joaquín Solís, y más siendo del Puerto, lugar que él adoraba cada uno de sus rincones, familias  y retazos de historia guardados en su memoria desde niño? Nunca olvidaré las veces que hemos paseado juntos por sus calles y riberas, y él me contaba, llegado yo a esa ciudad mucho después,  cosas entrañables de aquel otro Puerto que conoció de niño, lleno de resonancias y sabores familiares  para él, y que transmitía con ese entusiasmo y cariño.

         Y como los recuerdos del corazón se instalan siempre en imágenes de pequeñas cosas del vivir cotidiano, les contaré una breve anécdota que nos dice mucho de nuestro querido Joaquín. Estaba yo hace unos años montando una obra de teatro con la Compañía Olvido, del Puerto,  siempre rica en entusiasmo y pobre en dinero, y vi en el salón de la casa de Joaquín una alfombra grande que coincidía con algo que necesitaba para el montaje. Me vio mirarla, me preguntó, le dije que algo así nos vendría muy bien, y al minuto estaba levantando muebles y sacando la alfombra para meterla en el decorado de la obra.  Pilar, su mujer, cuando llegó al Puerto días después desde Madrid,  y no vio la alfombra, dijo con su ternura y cariño habitual: "cosas de Joaquín". La alfombra   tardó años en volver a su sitio, ya que la utilizamos no solo para esa obra, sino para varios montajes de la compañía, y ellos jamás se molestaron por ello.
        

Puesto a señalar la mayor virtud que siempre encontré en Joaquín Solís , y tenía muchas e importantes, destacaría cómo valoraba el esfuerzo ajeno, cosa, por cierto muy poco común en este tiempo tan  lleno de egoísmo personal y ceguera ante lo de los demás. Él, que había tenido  importantes responsabilidades en la vida, destacadísimo profesional en el mundo de las prospecciones petrolíferas, químico prestigioso que había viajado constantemente por el mundo y tenía grandes conocimientos  en muchas materias científicas y técnicas, escuchaba siempre  con admiración cualquier cosa que le contáramos de otros mundos y especialidades, como si siempre lo de los demás fuera más importante que lo suyo.
       
El Puerto de Santa María le debe mucho, lo creo sinceramente. Él, según era, ni querría ni pediría nada, pero el peor defecto de los seres humanos es ser desagradecido, confundir la humildad con la importancia,  y  no reconocer  el amor y defensa constante de El Puerto, y las virtudes cívicas y humanas  de sus mejores hijos, lo que hace mezquinas a las ciudades.

          Joaquín Solís ha sido de los mejores en todos los sentidos,  de los que merecen un mayor respeto y reconocimiento. Él se ha ido a llevar su espíritu, nosotros, que nos quedamos aquí, debemos  admirar y reconocer, al menos en una pequeña parte, los méritos de los seres ejemplares que, como él,  deben servirnos de luz en estos tiempos de oscuridad.   
                                                                                   José Luis Alonso de Santos
                                                                                  Académico de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Joaquín nos deja una estela de afabilidad, simpatía y amistad, que no podré olvidar. Además, pierdo un vecino querido, pues mi casa es la siguiente a la de Joaquín y José Luís. Yo también compartía las salamandras...
    Desde el Cielo, donde estoy seguro está, tendrá la Academia un magnífico aliado.
    Enrique Tapias

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  2. No se puede reflejar mejor la personalidad de Joaquín Solis y el gran cariño que sentía por su Puerto que lo vivia paso a paso, gracias José Luis por reflejarlo tan magnificamente en este artículo, estoy viendo su sonrisa llana y humilde pensando se "ha pasao", José L Lojo

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  3. Que bonito Jose luis, pero Joaquin no se merece menos, El era todo eso y mas, y verdaderamente eso era en su personalidad lo mas destacado la importancia que le daba al esfuerzo ajeno, nunca se olvido despues de una conferencia , de pasar a verme y decirme ¡Mary que bien lo preparas todo!, muchas gracias, y yo le decia, las gracias te las doy a ti, por venir siempre a verme, guardaremos su recuerdo como una gran persona, Mary y Juan

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