ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (183)
BREVE RECUERDO A CHOPIN
Federico nació el 22
de febrero de 1810 en Zelazowa Wola, pueblo que se hallaba a 35 Km. de
Varsovia. Sobre las seis de la tarde vio la luz de la tierra el pequeño
Federico en una habitación, desde cuyas ventanas se podían contemplar las
llanuras regadas por el río Utrata y un bello manto de nieve. Cuenta la leyenda
que un grupo de músicos ambulantes en busca de algún dinero, se pararon debajo
de aquella habitación, ofreciendo una serenata a ese bebé que años más tarde
sería el músico más genial que diera Polonia. Por primera vez sus oídos
escucharon la música popular polaca que él ennobleció posteriormente en sus
obras.
Fue niño prodigio y,
a los ocho años, ya era aplaudido como un virtuoso del piano. Terminados sus
estudios a los 19 años en el Conservatorio de Varsovia, se desplaza a Viena,
donde conoce a grandes músicos que vivían por aquel entonces en la capital. Con
20 años tiene que abandonar su tierra por causa de la invasión rusa, no
volviendo jamás a ella. Se marcha llevándose consigo un puñado de tierra de su
pueblo en una copa de plata que le acompañará siempre.
Deja tras de sí sus
más íntimos sentimientos y llega a París, donde conoce a los grandes ídolos del
momento como Rossini, el pianista Kalkbrenner, considerado el más grande de su
tiempo. Le ofrecen la oportunidad de tocar en la sala Pleyel de París y acepta,
interpretando obras propias. A partir de ahí los más importantes representes de
las artes y las letras, así como los más destacados editores, le ofrecen sus
servicios, los cuales aprovechará para publicar sus obras, como también para
ofrecer algunos conciertos muy bien remunerados.
En 1835 se desplaza
a Dresde, donde conocerá a María Wodzinska, de la cual se enamora, pero los
prejuicios paternos de ella obstaculizan dicha relación. Este episodio provoca
en Federico una hondísima pena y cae gravemente enfermo. Él continúa trabajando
incesantemente en sus composiciones y conciertos, impartiendo clases, y esta actividad,
junto a la nostalgia de su patria y a la falta de indicios de su amada María, agravará
su tisis minando seriamente su salud.
En esta etapa de su vida se cruza con la escritora
George Sand, a la que en principio rehuye, pero finalmente accede a una relación.
Juntos marcharán a Mallorca con la esperanza de encontrar en aquel lugar un clima
idóneo para la enfermedad de Federico. La estancia en este lugar supone una decepción
para la escritora, mientras que para el compositor, que se recluye en su celda de
la Cartuja de Valldemossa, significa toda una inspiración, componiendo febrilmente
preludios, polonesas, scherzos, la segunda balada, etc. Desgraciadamente el
otoño e invierno agravan más su salud y se vuelven a Francia donde vivirán casi
una década juntos pero sus caracteres opuestos les llevarán a una dolorosa
separación.
Un año antes de su
muerte, que acaece en octubre de 1849, ofrece su último concierto en París, en
aquella sala Pleyel, que presenció su primer concierto. Dos días antes de
morir, estando ya en su lecho de muerte, tiene el deseo de escuchar cantar a la
condesa Delfina, a la cuál admiraba, y así es, de tal manera que el piano es
llevado a la puerta de su habitación para que ella pueda cantarle la música de
Marcello. Federico vive dos días más. Su última noche parece inacabable. Un
sacerdote está arrodillado en su cama rezando junto a los amigos más íntimos.
Sobre la una de la madrugada el doctor, acercándose a él, le pregunta
suavemente si sufre, contestándole Federico en forma de suspiro: “Mas”. Esas
fueron sus últimas palabras, falleciendo a las dos de la madrugada.
El se fue, pero como
buen ser humano que era nos dejó el incienso de su música, flotando en la
tierra para fragancia de nuestros anhelos más íntimos.
Pedro Salvatierra Velázquez.
Académico de Santa Cecilia.
Estupendo articulo
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