CINE
EL DÍA EN QUE EL CINE APRENDIÓ A HABLAR
El cine nació sin voz, como
nosotros y como nosotros, al crecer, aprendió a hablar. Las primeras filmaciones que se hicieron tenían
solamente imágenes. Un tren llegando, silencioso, a una estación, un niño
llorando al desayunar, silencioso, unos muchachos riéndose, silenciosos, al ver
como el jardinero recibía un chorro de agua en la cara, de la manguera que
ellos habían pisado. El cine era imagen y los primeros que vieron en el cine
posibilidades de crear obras artísticas, lo hicieron captando imágenes en
silencio. Cuando un personaje hablaba se intercalaba un cartelón con la frase
que decía. Se presumía, se tenía como
algo positivo, que el cine no necesitase del sonido para hacer llegar al
público lo que el director, o el productor, les quería decir. Como concesión al sonido, en los cines mas
importantes, una orquesta o simplemente un pianista, interpretaba en directo un
acompañamiento musical lo mas acorde posible con las imágenes que se
proyectaban en la pantalla. Música
melodiosa en las escenas de amor, descriptiva en la presentación de paisajes o
misteriosa e inquietante en las escenas de miedo o violencia. Eso era todo. Y
así se proyectaron las principales películas de esa época, verdaderos
monumentos artísticos, las obras maestras de Griffith, de Murnau, de Stroheim,
de Sternberg, de Fritz Lang o de Dreyer. Y nadie echaba de menos la voz, el
sonido, pero el 6 de Octubre de 1.927, se estrenó una película mediocre, “The
Jazz Singer” (“El Cantor de Jazz”), en
la que su protagonista, un anodino cantante blanco con la cara pintada de
negro, Al Jolson, decía una frase, la
primera de la historia del cine, frase que el público podía oir: “Hola
Mami”. Lo que parecía una mera
anécdota técnica haría cambiar el futuro de toda la industria
cinematográfica.
Todas las productoras, europeas
y americanas, ante la exigencia del público, tuvieron que seguir la iniciativa
de la Warner –en la mayoría de los casos muy a su pesar- y producir películas
en las que los actores hablasen, lo cual no siempre resultaba fácil como se
recrea magistralmente en “Cantando bajo la lluvia”.
Las salas cinematográficas de todo el mundo tuvieron que ponerse al día e instalar equipos sonoros que permitiesen la exhibición de las nuevas películas que todo el mundo quería ver…..y oir.
Muchos directores se negaron a
lo que consideraban algo que iba en contra de la propia esencia del cine, como
Charles Chaplin, que a lo mas que accedió fue a poner sonido a sus películas,
sonidos ambientales y música pero continuando poniendo las frases habladas
escritas en cartelones como siempre había hecho. Finalmente tuvo que plegarse a
aceptar las nuevas reglas del cine y tuvo que dejar que sus actores hablasen y
el público les escuchase.
La llegada del sonido al cine
supuso el fin de muchas estrellas que en silencio resultaban maravillosas pero
que en cuanto hablaban hacían que su encanto desapareciese y en muchos casos
provocases la risa y el escarnio de los espectadores, del público, siempre
cruel e implacable.
Sin embargo, para otros supuso
una nueva posibilidad de trabajo como para los actores españoles y muchos
directores y guionistas que fueron llamados a Hollywood para que tradujesen los
parlamentos de las estrellas y en muchos casos las doblasen e incluso las
sustituyesen, en las copias destinadas al mercado hispanoparlante.
Hoy no concebimos el cine sin
sonido aunque de vez en cuando nos llega alguna muestra que recrea la forma de
hacer cine de sus comienzos como la magistral “Blancanieves” de Pablo Berger o
“The Artist”, de Michel Hazanavicius, pero como norma general,
todos admitimos que el cine es la combinación de imagen y sonido.
Jesús Almendros Fernández
Socio colaborador de la Academia
Me ha gustado mucho, enhorabuena.
ResponderEliminarMe encanta el cine.
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