ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (203)
La siempre asumida pérdida de valores
Al parecer, en todas las épocas ha existido la sensación de
pérdida progresiva de los valores de las nuevas generaciones. Aristóteles decía
“Los jóvenes de hoy no tienen autocontrol, no respetan a los mayores y carecen
de educación y de toda moral”. También Platón esgrimía “¿Qué le pasa a nuestros
jóvenes? Faltan el respeto a los mayores, desobedecen a sus padres y desprecian
la ley. Su moral se desvanece”. Si esta sensación de pérdida progresiva fuera
cierta, la humanidad se regiría, desde hace mucho tiempo, por la ley de la
selva y, por fortuna y por un gran esfuerzo colectivo, no es esta la ley que normalmente
impera. Entonces, ¿a qué obedece la sensación? ¿O es que ahora es verdad que
los valores están en decadencia?
Aun sin entrar en la axiología, podemos afirmar que los
valores esenciales son la condición indispensable para la coexistencia y la
posibilidad de una vida digna. Los valores nos distinguen y alejan del comportamiento
animal y, por tanto, de nuestra mera e instintiva animalidad.
Sin embargo, no siempre hemos compartido ni respetado los mismos
valores. Valores hay muchos, jerárquicamente diferentes y a veces conflictivos
entre ellos. Los valores religiosos imponían normas de comportamiento, metas
bien definidas y autoridad. La secularización progresiva de la sociedad ha conducido
a una cierta perplejidad, a una desnudez de verdades y a la pérdida de
referentes comunes. Para colmo, estamos viviendo, sin duda, la época de cambios
más vertiginosos de la historia. La mundialización de la economía, de la comunicación
y, al menos en parte, de la cultura ha provocado un cambio inusitado de la
sociedad. Esta prioriza los valores de forma, en parte
intuitiva y en parte deliberativamente, de acuerdo a las circunstancias y a las
consecuencias previsibles de dicha priorización. El principio kantiano que
expresa que el hombre tiene dignidad y no precio, y que es un fin en sí mismo y
nunca exclusivamente un medio es el único que parece ya inamovible. Los demás
principios acomodan su jerarquía a la época.
Tal vez, esta reorientación permanente de los valores explique
la percepción de pérdida de los mismos apreciada en todas las épocas.
Esperemos que siempre prevalezcan valores que proclamen la
igualdad de todos los hombres, el derecho a la vida de esta y de sucesivas
generaciones, a la libertad, a la fraternidad y a la felicidad.
Aun sin entrar en la axiología, podemos afirmar que los
valores esenciales son la condición indispensable para la coexistencia y la
posibilidad de una vida digna. Los valores nos distinguen y alejan del comportamiento
animal y, por tanto, de nuestra mera e instintiva animalidad.
Sin embargo, no siempre hemos compartido ni respetado los mismos
valores. Valores hay muchos, jerárquicamente diferentes y a veces conflictivos
entre ellos. Los valores religiosos imponían normas de comportamiento, metas
bien definidas y autoridad. La secularización progresiva de la sociedad ha conducido
a una cierta perplejidad, a una desnudez de verdades y a la pérdida de
referentes comunes. Para colmo, estamos viviendo, sin duda, la época de cambios
más vertiginosos de la historia. La mundialización de la economía, de la comunicación
y, al menos en parte, de la cultura ha provocado un cambio inusitado de la
sociedad. Esta prioriza los valores de forma, en parte
intuitiva y en parte deliberativamente, de acuerdo a las circunstancias y a las
consecuencias previsibles de dicha priorización. El principio kantiano que
expresa que el hombre tiene dignidad y no precio, y que es un fin en sí mismo y
nunca exclusivamente un medio es el único que parece ya inamovible. Los demás
principios acomodan su jerarquía a la época.
Tal vez, esta reorientación permanente de los valores explique
la percepción de pérdida de los mismos apreciada en todas las épocas.
Esperemos que siempre prevalezcan valores que proclamen la
igualdad de todos los hombres, el derecho a la vida de esta y de sucesivas
generaciones, a la libertad, a la fraternidad y a la felicidad.
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