CINE
“AQUELLAS SEMANAS SANTAS”
Todos sabemos, lo vemos cada día, que las costumbres cambian, las modas también, incluso la escala de valores y hasta los criterios artísticos y culturales. Pero desde hace unos años, estos cambios avanzan a una velocidad insospechada. La informática ha sido la causa. Ya la TV había conseguido que las gentes de todo el mundo estuvieran al corriente de todo lo que acontecía en otras naciones, en otros continentes y el conocimiento de lo que hacían los demás hizo que fuera cambiando lo que hacíamos nosotros y todo empezó a parecerse y empezaron a desaparecer las diferencias. Si miramos hacia atrás nos asombramos de cómo éramos, de cómo aceptábamos normas y criterios que hoy nos parecen inaceptables, pero lo aceptábamos sin discutir si era correcto o no. Era lo que había.
Pero
a lo que vamos. En esos años ya lejanos
que para muchos jóvenes se encuentran inmersos en el mismo barril en el que
reposan junto a la sociedad del siglo XIX o a la del Imperio británico, pero
que para muchos de nosotros que convivimos a diario con esos mismos jóvenes no
son hechos ni costumbre del pasado histórico sino de nuestro pasado vital, hechos
y costumbre con las que convivimos muchos años y que aceptábamos como cosas
normales, cosa que los jóvenes de hoy no aciertan a entender.
No
pueden entender que en esos años durante toda la Semana Santa no se proyectaran
mas películas que las religiosas, “La Señora de Fátima”, “La canción de
Bernardette”, “Molokay” y otras por el estilo al igual que cuando ya empezó a
hacerse popular la TV también fueran estas películas las únicas que se
emitieran.
Tampoco
pueden entender que en estos días de Semana Santa, todos los días, no jueves y
viernes, sino todos los días, estaba mal visto alternar en bares y por supuesto
no se podía acudir a “boittes” o “discotecas” porque todas permanecían cerradas
durante toda la semana por orden gubernamental.
La
Semana Santa no acababa el Domingo de Resurrección sino el Sábado de
Gloria. El viernes santo a las 12 de la
noche, hora en la que ya comenzaba el sábado, todas las salas de baile, bares y
restaurantes, encendían sus luces,
hacían sonar la música en sus equipos de sonido y los jóvenes que esperaban
impacientes, aglomerados, a las puertas de esos lugares, entraban cual si
fueran mujeres enloquecidas en la apertura de las puertas de los grandes
almacenes en época de Rebajas.
El
sábado de Gloria (años más tarde esta costumbre pasaría al Domingo de
Resurrección), se estrenaban los títulos más esperados del cine. Se hacían
pocas copias y no era como ahora que un estreno se produce simultáneamente en
cientos de salas. Entonces las películas mas recientes se estrenaban en los
cines de Madrid o Barcelona (y alguna otra ciudad importante). Como su duración
iba a ser larguísima se creaban unos reclamos artísticos, verdaderos cuadros de
grandes dimensiones y de gran valor artístico que cubrían las fachadas de los
cines donde se producían los estrenos. Las películas que ya se habían visto en
las grandes ciudades comenzaban su recorrido por las ciudades de provincia,
primero capitales y ciudades más populosas y después los pueblos más pequeños.
Pero
esas costumbres, esa forma de presentar las películas, es ya historia. Ya
sabemos como funcionan ahora las cosas. La gran cantidad de copias que se hace
de las películas y el sistema de proyección en multicines, más aún ahora que
todo se ha digitalizado, hace que El Puerto de Santa María, Sevilla o Madrid no
tengan demasiada diferencia en poder ofrecer películas que se acaban de
realizar y que se estrenan en todo el mundo a la vez que en nuestros
cines.
Jesús Almendros Fernández
Socio colaborador de la Academia
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