ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (210)
YIHADISMO Y LIBERTADES
La
reacción yihadista contra el semanario francés Charlie Hebdo plantea el reto de
armonizar la libertad de expresión del periodista con el derecho de la persona
a no ser herida en sus convicciones y sentimientos. No es asunto fácil de
resolver: el Derecho regula conductas
externas y suele detenerse en todo lo que afecta a la intimidad de la persona.
Además, no todas las convicciones personales merecen amparo jurídico; solo
pueden gozar de él las que socialmente sean estimadas dignas de recibir el
apoyo del Estado. Las que no cuenten con ese asentimiento social sólo estarían
protegidas por las normas de la prudencia y de la buena crianza. Digamos, de
paso, que un buen nivel de caballerosidad y educación para con todos brindaría
unas soluciones mucho más satisfactorias que las que pudiera aprontar el
normalmente rígido mecanismo de las normas jurídicas; pero estamos muy lejos de poder fundar las relaciones humanas en esos
otros modelos de conducta.
Cojamos
ahora el toro por los cuernos: ¿Es la fe religiosa de las personas un valor
digno de protección jurídica, hasta el punto de limitar el hoy indiscutido
derecho a expresarse libremente? Es un hecho que en todos los pueblos,
primitivos o evolucionados, la creencia religiosa ocupa un lugar destacado en
la organización de la convivencia. Así, Eugenio D´Ors ponía los fundamentos de
nuestra civilización en tres pilares: la religión judeocristiana, la filosofía
griega y el derecho romano. Parece así que
la religiosidad de la persona es un bien digno de ser protegido por el
Derecho.
La
creencia musulmana, como cualquiera otra, en tanto no afecte a principios
básicos de la convivencia del país de acogida, merece esa protección, aunque en
los de origen no se reciba el mismo trato. Faltarle al respeto ha provocado una
actuación criminal injustificable. Igualmente clara es la posibilidad de que el
crimen se repita de mantenerse el mismo nivel de libertad de expresión; y que
en previsión de otra reacción análoga se
incremente el control sobre toda la población y se multipliquen las fuerzas de
seguridad, ya que la protección frente a nuevos peligros exigirá aumentar
dotaciones y medios policiales. Con ello se limitaría la libertad de todos,
habida cuenta de que los recursos que se destinaran a costear esos servicios no
podrían utilizarse para satisfacer otras necesidades. En definitiva, una libertad de expresión
absoluta conduciría a una muy notable disminución de otras muchas libertades no
menos respetables que aquella. Y es que cuando una libertad se extralimita, las
demás sufren. No puede venir de aquí, por tanto, la solución del problema. Es
preferible partir del derecho a no ser ofendido y reconocer a la libertad de
expresión todo el margen de actuación compatible con aquel derecho.
José
María García Máiquez
Socio
Colaborador de la Academia
Pienso que todas las creencias deben ser respetada, porque a nadie le gusta que le ofendan su religión. En el momento que una comunidad ofende a otra por su religión, ésta puede tomarse la justicia por su mano y mas si hay fanatismo, que es lo que está ocurriendo con el yihadismo.
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