ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (214)
París¡ París¡¡
Vivir en París es vivir en otra dimensión
vital, en la que el tiempo y el espacio, el lugar, la circunstancia, la
otredad, nada tiene que ver con el resto del mundo, exceptuando, tal vez, Nueva
York. Uniendo Barcelona y Madrid, quizás, pudiera
parecerse, el resultado, a la fuerza, a
la vitalidad, a la grandeza, de París.
Barcelona sola no es sino la payesía la
búsqueda de generalidad, de europeidad, de universalidad… de lo que llaman “seny”
y pretenden hacerlo equivalente imposible de la “grandeur” francesa.
Madrid sola, no es sino cualquier pueblo
castellano demasiado crecido, con sus dos almas, la vieja y la nueva, la
pura y la mestizada, austero,
administrativo, sin excesiva imaginación.
De los muchos logros de París uno de los mas
satisfactorios para el residente, pero sobre todo para el visitante intelectual
es, sin duda, el acceder a la maravillosa BnF en su sede de la biblioteca François Miterrand, a través de unas
escaleras dignas de la "metrópolis" fritzlangiana en las que uno siente
que desciende a las entrañas del conocimiento acumulado del mundo a través de
cientos de años de saber y dominio, en el culmen, rodeado de salas dispuestas
en paralelo de sabiduría y entre cómodas mesas y sillas de recia madera
modernista, bajo una luz dorada y artificial que se apoya en inmensos
ventanales abiertos a la extraña luz de París.
Pero París tiene su tópica y uno de los cuadros
más mágicos sea la visión de París desde lo mas alto que se pueda alcanzar de
la Torre Eiffel, combinada con la experiencia luminosa de su visión nocturna,
de su armonía visual desde el Trocadero, de su vislumbre cotidiano casi desde
cualquier rincón escondido de la ciudad, como aguja que sostiene la promesa de
alianza eterna entre el cielo y los hombres, y que afirma una de las
experiencias mas sensuales y turbadoras que se puedan tener de la ciudad.
Pasear desde Notre Dame arrancando en Saint
Michel a través del Boulevard de Saint Germain y caminar hasta que los pies no
puedan engañar a los sentidos para sentarse a saborear caféen el triangulo que
forman Flore, Lipp o Les Deux Magots,
dejando atrás la Sorbonne de Descartes (Universidad París III),
oteando en el entre callejeo la J. Vrin philosophi
que, o el Panteón es otra de las
intensas experiencias que ofrece vivir en París.
Estas no son sino tres notas de la amplísima agenda
de vivencias que París propone. Perderse en el Louvre, entre salones que
recuerdan el tiempo vivido como humanidad por la humanidad, o adentrarse en una
inmensa sala blanca ocupada toda ella por un minúsculo cuadro que contiene la
sonrisa más deseada, la de La Gioconda,
y recorrer desde aquí los Campos Elíseos
hasta el Arco del Triunfo levantado
en honor de todos aquellos que con su muerte lo intentaron.
La fuerza de
París, de la ciudad, de Francia, de la tierra, es la gente. Gente que vive y
ama. Gente convencida de sí misma, de quienes son, de lo que son como
individuos y como pueblo, de su papel en el mundo y en la vida. Y esto se
refleja en todo París. Esto es el reflejo de París.
Miguel A. Pastor
Pérez
Académico de
Santa Cecilia
El artículo está muy bien, coincido con todo lo que dice, París es una maravilla.
ResponderEliminarLa RAE dice en su ortografía que los signos de admiración e interrogación son "signos dobles, pues existe un signo de apertura y otro de cierre, que deben colocarse de forma obligatoria al comienzo y al final del enunciado correspondiente."
stá muy bien, coincido con todo lo que dice, París es una maravilla.
ResponderEliminarLa RAE dice en su ortografía que los signos de admiración e interrogación son "signos dobles, pues existe un signo de apertura y otro de cierre, que deben colocarse de forma obligatoria al comienzo y al final del enunciado correspondiente." https://la-voz.net/la-estela-raimondi/