LA NAVEGACIÓN: LA TURBINA DE VAPOR Y MOTORES DE COMBUSTIÓN INTERNA y (VIII)
El
siguiente cambio sustancial en la propulsión de los buques, fue la introducción
de la turbina de vapor, sistema que, aprovechando la energía expansiva del
vapor, igual que en la máquina alternativa, es más racional ya que no ha de
convertir el movimiento alternativo del pistón, en movimiento rotativo y éste
en desplazamiento lineal, sino que el vapor incide directamente sobre las
paletas de una rueda que transmite el movimiento al eje propulsor.
Ya he
mencionado anteriormente que fue Herón de Alejandría quién, en su tratado
titulado “Spiritalia”, describe un
aparato llamado “Eolípila” que, en
esencia, no es más que una turbina de reacción.
Mil
setecientos años después, Giovanni Branca, arquitecto italiano, idea una
máquina, a la que se le denominó “Máquina
Branca”, ya descrita anteriormente, a la que se le considera la primera
turbina de acción.
A lo
largo del siglo XIX, la turbina de vapor está en continua evolución, pero no es
hasta 1853, cuando Tournaire concibe una turbina compuesta, de flujo axial y
expansión progresiva, que puede considerarse el prototipo de la turbina axial
de reacción.
Si bien
los ingenieros De Laval, Curtis y Rateau, experimentaron y desarrollaron cada
uno turbinas de tipo y conceptos distintos, que han pasado a la historia con
sus nombres, fue en 1884, cuando el ingeniero inglés Charles A. Parsons, concibe y construye una turbina de reacción de
doble flujo, que perfeccionada posteriormente por él mismo, la aplicó a la
propulsión del buque “Turbinia” con verdadero éxito, pues llegó a alcanzar la
increíble velocidad de treintaicuatro nudos.
La
compañía inglesa “Cunard”, dio su confianza a Parsons y a su turbina, montándolas en los buques de nueva construcción “Mauritania” y “Lusitania”, que
con una presión de vapor de 210
p.s.i. y una potencia de 7300 b.h.p., llegaron a alcanzar una velocidad de 27
nudos.
Si el siglo XIX fue el siglo de la evolución e implantación de la turbina de vapor como sistema de propulsión en los grandes buques mercantes, el siglo XX fue el del motor diésel de combustión interna.
En 1892,
el ingeniero alemán Rudolf Diesel, pidió la patente de un motor de combustión
interna en el que se podía quemar todo tipo de combustible líquido ó carbón
pulverizado, realizando el proceso de combustión según la secuencia del ciclo
ideal de Carnot:
1).- Admisión y compresión del aire
2).- Inyección e ignición del combustible
3).- Combustión y expansión de la mezcla
4).- Evacuación de los gases de combustión
(escape).
Hasta
aquí una somera visión de lo que ha sido y significado para el hombre la mar y su
conquista, la evolución de la navegación y los albores de la propulsión
mecánica, hasta la primera mitad del siglo XX.
A partir
de aquí la cosa se complica, navegar deja de ser una aventura para convertirse
en un comercio cada vez más competitivo, el precio de los combustibles y los
gastos de explotación aumentan considerablemente, por lo que los sistemas de
propulsión experimentan profundos cambios que los hacen más complejos y
sofisticados pero más racionales y rentables.
Estos
cambios, desde el año 1966 que empecé a navegar como alumno de máquinas, hasta
el año 1998, que dejé los barcos como jefe de máquinas, los he experimentado
navegando en todo tipo de buques: bulk-carriers (graneleros), mineraleros,
petroleros (VLCC), quimiqueros, gaseros (LNG), cementeros, propulsados por máquinas
alternativas y por turbinas de vapor, por turbinas de gas y por motores de
combustión interna, y desde ese año hasta el 2010, dedicado a la construcción y
puesta en marcha de petroleros, gaseros, buques “Ro-Ro” y yates de lujo.
Todos y
cada uno de ellos me han aportado experiencia y conocimientos para sentir
satisfacción, estudiando los planos de proyecto, viéndolos crecer en la grada de
un astillero, desde la quilla hasta la perilla, ó con la responsabilidad de la
jefatura y el placer del marino, cuando he tenido la oportunidad de navegar con
ellos.
Ignacio Pantojo Vázquez
Socio colaborador de la Academia
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