15.FENICIOS, TARTESIOS Y GRIEGOS EN OCCIDENTE
Un modo de ver la Atlántida, entre Cádiz y Doñana (y 3).
Diego
Ruiz Mata / Catedrático de Prehistoria / Académico de Santa Cecilia
Mientras unos
buscan en los planetas de nuestra galaxia las sedes de las ciudades del futuro,
otros las imaginan en sus mentes como obras perfectas, o se afanan por descubrir
los restos ocultos de ciudades perdidas bajo la tierra o aposentados
apaciblemente en el fondo de los mares. Una que aguarda hace siglos, en nuestra
mente o en el mar, es la Atlántida de Platón.Y mientras muchas se abandonaron a
su suerte, muriendo poco a poco cada día, otras las destruyeron las guerras con
sus armas elementales y el fuego que todo lo devora, o mediante las potentes
bombas sin piedad, o por las furias desencadenadas de los dioses del mar o de
los cielos. La Atlántida es uno de estos ejemplos. Y le sucedió lo más
terrible, pues conservando su nombre, perdió la memoria del lugar donde había
existido.
Sin embargo,
en esta ocasión no vamos a trasladarnos a las Atlántidas ideales de Platón o a
las de los filósofos soñadores. Esta vez me voy a ocupar de la historia actual
de una Atlántida muy cercana, bajo esa amplia marisma del Guadalquivir, antes
un extenso estuario hasta Sevilla, buscada por científicos mediante fotos en infrarrojo
de los desarrollados satélites modernos, aparataje topográfico, sensores para
la detención de anomalías en el suelo, mucha discusión y revuelo, donde los
resultados no se hallan sólo en el descubrimiento de la Atlántida escondida. El fin es dar a conocer la noticia al mundo
entero, con el ropaje de verdad que transmite la ciencia, o su apariencia. No
importa que las noticias sean inciertas o inventadas. Lo que interesa es qué de
modo superficial se publique en la prensa de papel con titulares llamativos, se
transmita en imágenes y reportajes televisivos anunciados con mucho tiempo y se
escriba un libro que indique en su título espectacular y atractivo que por fin
se ha descubierto la Atlántida y se venda en las librerías de los grandes
almacenes. Lo importante es que se conozca el hallazgo inventado, que parezca
verdad, y propicie un buen negocio. La
utopía, que es el deseo de alcanzar la verdad idealizada, se convierte en una ventana abierta, y aparentemente nítida, pero con cristales empañados que nos
engañan.
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Esta historia real y mítica, en el confín del mundo conocido por sus riquezas en oro y plata, con ciudades gobernadas por reyes, en el que se fundaron poblaciones y templos fenicios, y a las que siguieron una sarta de navegaciones griegas durante cien años, dio origen al nacimiento de mitos, historias y curiosidades geográficas, que se debieron recitar y propagar por todo el Mediterráneo. Es aquí, en el 360 a.C., donde Platón, en los diálogos deTimeo y Critías, sitúa la Atlántida, “más allá de las Columnas de Hércules”, en una isla de gran extensión, donde se erige su ciudad perfecta. Creo, y es mi opinión meditada, que todos estos precedentes, y en el siglo IV a.C., época de gran actividad comercial ateniense y mundo ibérico, le indujeron a situar esta ciudad ideada tras las puertas de Occidente, siguiendo las tradiciones de siglos anteriores. No debe extrañarnos, tras muchos siglos de creaciones de mitos y realidades históricas, que Platón fijase en este ámbito, entre África y Europa, su Atlántida, entre las Columnas que implantó Hércules y el estuario del Guadalquivir, que el hombre, la naturaleza y el tiempo han modificado notablemente.
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Como el tema
es extenso, mi espacio limitado y
vuestro tiempo valioso, expondré sólo
unas notas muy breves sobre la Atlántida en Doñana y cómo se ha gestionado una investigación
e interesante asunto. Comencemos por las noticias ocasionales, las procedentes
de quienes tienen noticias de la Atlántida aposentada en el mar y lo frecuentan.
Escojo, al azar, dos artículos. Uno de 1979 de El País, que titula “Un marinero
gaditano asegura haber descubierto la Atlántida”, en el que se anuncia que un
conocido submarinista gaditano ha encontrado la ciudad hundida en los fondos de
las aguas de Zahara de los Atunes, a 35 metros de profundidad, poniendo en
conocimiento de las autoridades competentes tan importantísimo hallazgo, de las
que se reciben todo tipo de ayuda. Y en el mismo periódico, pero en agosto de
2015, en un artículo titulado “La Atlántida resurge en verano”, se comunica que
un vecino de Sanlúcar de Barrameda afirma que ha hallado indicios de la mítica
ciudad. Su descubridor informa por escrito a la Consejería de Cultura que
mediante el estudio de unas fotografías por satélite se advierten restos de una
ciudad que ocupa todo el monte
Algaida. Afirma que se trata de un
edificio circular de 160 metros de largo por 100 de ancho, y una “gran cantidad
de pequeñas estructuras de un poblado”, de más de 6 Ha, otra edificación
ovalada y una zona portuaria. En otros medios se publican otras medidas más
extensas y detalles más precisos y la queja de la “falta de entusiasmo” entre
los arqueólogos consultados. Es una historia frecuente. Otro hallazgo de
trascendencia histórica, del que la Junta de Andalucía requiere información más
precisa para determinar su importancia. Y tras estas noticias, varias decenas
más, porque la imaginación no tiene límites y la Atlántida se aloja y alimenta en la parte del cerebro
donde se hallan la utopía y el deseo del hallazgo sensacional o irracional que
nos haga protagonista. El hombre es eminentemente descubridor y curioso.
Entre estas
dos fechas, se efectuaron investigaciones de importancia, no por los resultados
–tan ilusorios como los mencionados-, sino por las inversiones, sus
participantes cualificados, sus proyecciones frecuentes mediáticas y
escaramuzas seudocientíficas, porque no puedo llamar científico a lo que se
origina y termina en la nada y en el
ensueño. Se trata de la “Operación Atlántida en Doñana”, como he denominado, y
que supuso el desborde informativo a escala planetaria.
En los meses
de marzo o abril de hace unos años, creo recordar, me llamaron por teléfono y
me escribieron numerosos emails unos colegas españoles y extranjeros interesándose
por los vestigios localizados, al parecer, en Doñana e interpretados como los
vestigio de la ciudad de la Atlántida, que habían leído en medios de difusión
de importancia como la BBC o la National Geographic. Me quedé perplejo y comencé
a indagar sobre todo lo publicado, con la creencia de que se trataba de una
noticia sensacionalista de verano. Hallé, en efecto, artículos que anunciaban con titulares
espectaculares el descubrimiento de la Atlántida. Puesto que no se trataba de
eruditos ocasionales, desconocidos, sino de profesionales prestigiosos, creí
que habría que creerlo y que no era sólo una noticia de verano, que son las que
rellenan los tiempos y páginas de informaciones poco relevantes en las épocas
de vacaciones. Todo conducía a concluir que los restos vislumbrados en Doñana
podían corresponder a la descripción de Platón de la Atlántida.
Aunque
algunos investigadores habían sostenido, interpretando a Platón, más allá de lo
que el filósofo quiso decir en su descriptivo texto, que la Atlántida se
hallaba tras las Columnas de Hércules, cerca de Cádiz y con probabilidad en
Doñana, hoy marisma y hace más de tres mil años estuario y lago, no ha sido hasta
2003 y 2004 cuando los hallazgos supuestos han adquirido un alcance mediático
extraordinario y resultados científicos francamente inexistentes. Un equipo de
investigación de la Universidad alemana de Wuppertal, bajo la dirección
profesor R.W. Kühne, halló en 2004, a través de algunas imágenes de satélite
formas aproximadas circulares que
interpretaron como los diferentes anillos con los que describe Platón la estructura de ciudad de la Atlántida.
Sugería también que, debido a su situación geográfica, podría tratarse de la
ciudad de Tartesos, buscada allí por A. Schulten y G. Bonsor a comienzos del
siglo XX, sin éxito, como cabía suponer.
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Esas fueron
algunas razones que indujeron a Sebastián Celestino, del CSIC en el Instituto
de Arqueología de Mérida, a investigar, desde 2005 a 2009, en ese lugar para comprobar
la existencia de asentamientos humanos desde los tiempos prehistóricos. No eran
los objetivos el hallazgo de la Atlántida, sino que los vestigios fotográficos
correspondiesen a poblados antiguos. Mas
el proyecto se complicó. Cuando se actúa
en un lugar que lleva ya grabados topónimos indelebles, como la Atlántida y
Tartessos, es difícil eludir el tema y sus implicaciones. Por ello, varios
medios españoles, como Huelva Información, anunciaron que “el CSIC había comenzado la búsqueda de la Atlántida en Doñana”,
tras el titular de que “El CSIC inicia
las primeras catas arqueológicas en la Atlántida” -30/08/2009-, pese al
malestar del dr. Sebastián Celestino y a sus manifestaciones de que la
Atlántida“no deja de ser una fantasía o
una quimera en el imaginario popular”, y que sólo se había hallado restos
calcolíticos y romanos en el Cerro del Trigo.
Y olisqueando
estas informaciones, con las fotos aéreas mostrando los círculos y el nombre de
la Atlántida, llegó hasta aquí el profesor R. Freund, de la Universidad de
Hartford en Conneticut, acompañado de subvenciones y medios de comunicación, y ofreció su colaboración en unas pruebas
geofísicas, planificadas antes por el CSIC, y conseguir el dinero a cambio de que una
productora que trabajaba para National Geographic filmara los trabajos que se
hicieran. Comenzó una nueva historia que un artículo de El Mundo, en 2011,
tituló “El `pirateo´ de la Atlántida”,
en el que se denunciaba la apropiación de datos por el colega americano que
afirmaba el 13 marzo de 2011 en el National Geographic Channel (USA) y en
documental “Finding Atlantis” –Encontrando la Atlántida- que sus trabajos
habían hallado la ciudad sumergida en Doñana. Lo que viene después es una
historia, que omito, de trifulcas y descalificaciones. En suma, la Atlántida NO se ha encontrado ni
se halla Doñana, sino en la mente y en el deseo, mientras Platón sonríe en su
tumba. Sin embargo, continúa el misterio y prosigue la búsqueda. To be
continued.
Y si alguien me pregunta qué pienso de la
Atlántida, le contesto que es uno de los sueños más hermosos de ciudad
organizada que he leído y que he escuchado sus ecos con deleite gracias a la
música de Manuel Falla y a los versos de Jacinto Verdaguer que cuentan su
historia. Y creo que es bastante y de
agradecer a Platón y a todos los que han escrito sobre esta ciudad ideal hasta
el día que publico este artículo. Todos han soñado el mundo mejor posible. Es
eso la utopía y el progreso.
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