ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (256)
Hartazgo de corrección política
He estado a punto de devolver un libro a la editorial. No
porque, como tantas veces ocurre – y ya sé que la traducción está mal pagada-
porque hubiese galicismos o errores debidos a eso que llaman “falsos amigos”.
No, en mi caso fue por
hartazgo de la dichosa corrección política. Les contaré que se trata de un
ensayo de denuncia del capitalismo global traducido del inglés.
Lo primero que me sorprendió fue una nota a pie de página
donde hablaba de “las traductoras” cuando los autores de la versión española
son, según consta en sus páginas, un hombre y una mujer.
Después, mi irritación fue creciendo conforme avanzaba en la
lectura y fui encontrándome con cosas como “nosotras” aunque quien habla en
plural es un hombre o la siguiente frase: “una generación de jóvenes americanas
(sic) quedó marcada por el miedo al Vietnam”, como si a aquella guerra hubiesen
ido a pelear mujeres y no “American boys”.
Además, si de corrección política hablamos, ¿cómo no se
dieron cuenta las “traductoras” de que el adjetivo “americano” es abusivo por
cuanto toma una parte – los Estados Unidos de América- por el todo: el
continente americano.
Pero hay mucho más. No ya que se dirija continuamente al
lector como “la lectora”, sino que cada vez que habla de una profesión u
ocupación, se feminiza el vocablo excepto, curiosamente, al hablar de los CEO
(en inglés: chief executive officers). ¿Será un guiño a “las lectoras” para
denunciar que no hay apenas mujeres en los órganos de dirección de las empresas?
Le comuniqué mi indignación a un gran amigo lingüista, quien
coincidió conmigo en el disparate de quienes, siguiendo acaso a Judith Butler y
otras teóricas de los llamados “estudios de género”, caen fácilmente en el
disparate.
Quienes actúan de ese modo, me dice mi amigo, ignoran algo
elemental y es que, gramaticalmente, “al sexo femenino le corresponden dos
géneros y al masculino, sólo uno”.
Si hablamos, por ejemplo, de habitantes de Toledo y queremos
referirnos sólo a los del género masculino, habremos de decir “los toledanos
varones”, es decir que hay que especificar.
Me dice mi amigo, a quien pocos ganarán en comprensión de los
problemas del que Simone de Beauvoir llamó “segundo sexo”, “la mujer está harta
de muchas cosas y tiene razón y es cierto que el lenguaje canaliza fuertes
dosis de machismo”.
“Está claro que conviene poner cuidado al
expresarse para no fortalecer ese vicio o la invisibilidad de la mujer, pero
dudo de que introducir sexismo a toda costa vaya a liberar a las mujeres de la dominación
masculina”.
“Y así – agrega- decir “jefa” o “presidenta” es una
aberración fácilmente ridiculizable porque “jefe” y “presidente” no son
exclusivamente masculinos, como no lo es tampoco “juez” o “concejal”, por mucho
que se empeñen algunos en decir “ jueza” o “concejala” para referirse a la mujer que ejerce esa
profesión.
¿Habremos de decir
también “corresponsala”, “bedela”, “aprendiza” o “cancillera”, como se dice en
esa traducción para referirse a Angela Merkel? ¿Es que ya no existen en castellano
otros géneros como el epiceno, el común y el ambiguo?
Joaquín
Rábago
Socio colaborador de la Academia
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