ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (290)
La cultura de la ceja alzada
De un tiempo a esta parte, el concepto de
cultura se ha vuelto tan generoso que abarca muchas disciplinas. Ya no solo son
las artes clásicas de toda la vida sino que acoge fiestas y costumbres
populares, modas y hasta extravagancias siempre que tengan un cariz "artístico"
o que hayan sido bendecidas por un crítico con prestigio en el negocio
cultural.
Puede que no sea importante definir el término
e incluso que no sea necesario establecer límites, es decir, que cada uno elija
aquello que le llena intelectualmente, enriquezca y le haga evolucionar. Pero
lo que sí parece necesario es que se fomente lo que los anglosajones ─que disfrutan
como niños con clasificaciones, jerarquías y apartados─ llaman la cultura de la
ceja levantada sin desmerecer con ello a la de ceja alicaída y a la cultura
popular. Esta alta cultura se diferencia del resto en la dificultad de
comprensión y asimilación de las obras. Un ejemplo característico es el Ulises
de Joyce, libro complejo donde los haya, donde han naufragado muchos lectores ávidos
y entusiastas.
¿Qué hacer? ¿Olvidar al autor y a sus
libros? ¿A Dante, Pushkin y a Cervantes? ¿Arrinconamos en el olvido la música
culta, con Bach a la cabeza? ¿Qué hacemos con los cuadros del Bosco, exponerlos
sin despertar la curiosidad por lo que se esconde detrás de cada escena o
personaje? Y por supuesto tendremos que enterrar el expresionismo alemán, ese
"tostón".
Tríptico del jardín de las delicias- El Bosco
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Hay que alabar la democratización de la
cultura, que se encuentre al alcance de todos. Pero nunca aceptar la debilitación
y degradación de la calidad. La Humanidad se ha desarrollado gracias a la
ciencia y a la tecnología pero también a la cultura que alimenta el alma,
despierta la imaginación y activa el cerebro. Nos ayuda a entender a la persona
que tenemos enfrente y a nosotros mismos, nos desvela nuestros más íntimos
pensamientos y nos obliga a seguir pensando. Pensar, ese peligroso ejercicio
mental que cada día tiene menos adeptos.
Por ese motivo, como protectoras de la
cultura en general y de la alta en particular, las instituciones culturales
tienen que fomentar, de manera atractiva, el acceso a los genios de las
distintas artes. Es una tarea ardua, no es fácil convertir la cultura en un
elemento de consumo habitual en un tiempo donde Internet ha cambiado las
costumbres, donde una imagen vale más que mil palabras... y hasta que cien mil
palabras. Ahora hay que utilizar las nuevas tecnologías y con pequeñas dosis o píldoras
informativas hacer germinar la pasión por aprender más. Más de la Grecia Clásica
y sus filósofos, del Egipto Antiguo y sus pirámides o de Kafka y de Borges. Hay
que poner de actualidad a la gran literatura, a la ópera, a la escultura... en
fin, a la Alta Cultura.
Rocío Pérez izquierdo
Colaboradora de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
El Aire para la cuerda de sol es una adaptación hecha por el violinista
Alemán August Wilhelmj (1845 – 1908) a finales del siglo XIX del “Aire”, que es
el segundo movimiento de la Suite Orquestal No. 3 en re mayor, BWV 1068, de
Johann Sebastian Bach.
Formidable escrito, muy interesante la reflexión sobre el abandono de la alta cultura cambiándola y/o siendo sustituida por algo más superficial y 'light' que dan, sobre todo, en las televisiones.
ResponderEliminarDesde luego hoy a cualquier cosa se le llama concierto y a cualquier cosa exposición, y hasta en los museos famosos se ven desatinos. Estupendo artículo que nos pone delante de una realidad que nadie quiere ver, debe ser por eso de lo políticamente correcto.
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