EL MUNDO DE LA MÚSICA. Cap. XV. La música española siglos XIX y XX (2)
Ópera Nacional:
Más ardua resultó
la creación de una ópera nacional, a pesar de los esfuerzos de Felipe Pedrell y Tomás
Bretón.
Felipe Pedrell (1841-1922)
Las condiciones
en las que podría darse la ópera en España fueron motivo de profundos estudios por parte de
Felipe Pedrell, compositor y musicólogo español, que se esforzó en revalorizar
a los maestros antiguos y las fuentes folklóricas de la música española. De
tales fuentes habría de surgir el teatro verdaderamente español. Si Pedrell no
consiguió su aspiración máxima – la
creación de la ópera nacional y ser el Wagner español -, la música y la cultura
le deben la creación de la musicología moderna, la edición de las obras
maestras de nuestra música clásica - a él debemos la publicación de las obras
completas de Tomás Luis de Victoria -, y la revalorización de la canción
popular española. En 1873 fue
director adjunto de la compañía de ópera Barcelona, con ella consiguió ver
representadas, en el Gran Teatro del Liceo, sus óperas El último Abencerraje y Quasimodo.
Ya en Madrid, donde se instaló, escribió una
serie de artículos en la revista España musical,
publicó su famoso folleto Por nuestra
música, los opúsculos Apuntes y
observaciones sobre estética musical, y la Gramática musical. Fue nombrado académico de Bellas Artes. Gracias
a su labor como musicólogo y a su magisterio como pedagogo en el Conservatorio
de Madrid, sus escritos y las lecciones a sus alumnos. Algunos de ellos tan
importantes como Isaac Albéniz, Manuel de Falla y Enrique Granados, han
contribuido a la creación de la escuela nacional española y a las
características distintivas de su música.
Felipe Pedrell
aplicó sus teorías en la composición de una trilogía titulada Los Pirineos: Los Pirineos, El conde Arnau y
La Celestina, obra en la que funde
armonía e instrumentación con los elementos más típicos de la tradición musical
española - canciones populares, villancicos, polifonía cristiana y la melopea
mozárabe -, con abundancia de recursos temáticos, al modo wagneriano, cuyas
características artísticas han sido posteriormente asumidas por Manuel de
Falla, fidelísimo amigo y seguidor de
sus tendencias, le dedicó un recuerdo emocionado en la Pedrielana de su suite Homenajes.
Con Albéniz,
Granados y Falla, la música española logra resonancia internacional. Su música
hace acto de presencia en todas las salas de concierto del mundo y, principalmente,
la forma pianística desempeñara un papel importante en la fisonomía musical de
su tiempo.
Tomás Bretón
(1850-1923)
Fundador de la
Unión Artístico Musical (1876), director del Conservatorio de Madrid, de la
Orquesta Sinfónica de Madrid y de la Sociedad de Concierto, y académico de
Bellas Artes de San Fernando. Su lucha en pro de la consecución de una ópera
nacional no obtuvo el respaldo esperado por él, pese al éxito duradero de sus
óperas La Dolores y Los amantes de Teruel.
Lo
que le pasó a Tomás Bretón ilustra claramente la situación de la música
española de su época. La única de sus óperas que consiguió estrenar en el
Teatro Real de Madrid fue Los amantes de
Teruel. Para que se la aceptaran tuvo que traducirla al italiano. En
cambio, La Dolores obtuvo un
clamoroso éxito con más de ciento veinte
representaciones en Barcelona, por lo que figura, junto con La vida
breve de Falla, entre las óperas más representadas del repertorio español.
En el terreno de
la zarzuela, el acierto de la Verbena de
la Paloma, no ha sido superado por ninguna otra.
También en la
música sinfónica, en un momento en el que el sinfonismo español era
inexistente, ayudo a Barbieri y creó varias composiciones sinfónicas de un pintoresco nacionalismo que no llega a
la altura de Albéniz pero que, en algunas obras como el Concierto para violín y orquesta, se acerca al sinfonismo europeo
de su época. En la música de cámara destaca la calidad de su Cuarteto de cuerda nº3, que debería ser
de obligado repertorio, al menos, en España.
Otras obras suyas:
Otras obras suyas:
§ Óperas:
Guzmán el bueno, Garín, Raquel; El certamen de Cremona; Tabaré;
Don Gil; La dolores; y Los amantes de
Teruel (éstas dos ya mencionadas)
§ Zarzuelas:
Los dos
caminos; El viaje a Europa; El bautizo de Pepín; El clavel rojo;
La verbena de la Paloma; El campanero de Begoña; Las percheleras;
El domingo de Ramos.
§ Orquesta:
El
Apocalipsis (con coro); Los Galeotes; Salamanca; En la Alhambra;
Elegía y añoranza; Escenas andaluzas;
Concierto para violín y orquesta.
§ Música de cámara:
Juan Crisóstomo de Arriaga (1806-1826)
A principios del siglo XIX, la música instrumental en España registra el nombre de Juan Crisóstomo Arriaga, que se distinguió con sus tres cuartetos de cuerda, una sinfonía y una fuga a ocho voces. Su prematura muerte frustró las esperanzas de un talento prodigioso, verdaderamente prometedor y español.
Nacido en Bilbao,
hijo de un organista, comenzó de niño sus estudios musicales con el violinista
bilbaíno Fausto Sanz, en los que demostró una precocidad asombrosa. A pesar de su corta vida, sólo
veinte años, ha dejado una huella imborrable en la música española. En su
música, de estilo clásico, se puede intuir alguna ráfaga expresiva que nos haga
pensar que, de no haberse producido su muerte tan temprana, su estilo hubiera
evolucionado y España hubiera colocado un gran nombre entre los grandes
compositores del Romanticismo.
A
los once años ya compuso el Octeto Nada y
Mucho para dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, guitarra, trompa y
piano, que contiene melodías expresivas en sus dos tiempos: Andante mosso y polaca. Un año más tarde compuso un Noneto u Obertura, Op.1,
para dos violines, viola contrabajo, flauta, dos clarinetes y dos trompas, obra
encabezada por un poema que dedicó a la Academia Filarmónica de Bilbao.
Poco después,
sobre un texto del escritor catalán Luciano Comella, Arriaga compuso la ópera Los esclavos felices, representada
(1819) con enorme éxito en Bilbao. Obra de la que, en su biografía, Joseph
Fetis dijo:
<< Sin tener ningún conocimiento
de la armonía, escribió una ópera en español en la que se descubrían ideas
encantadoras y completamente originales>>.
Sólo la Obertura ha llegado hasta nosotros y,
por cierto, es música bella, inspirada y admirablemente escrita; una preciosa
muestra de música orquestal española del clasicismo para colocar al mismo nivel
de la posterior Sinfonía.
Después de esta
ópera, en 1820, compuso un Tema variado
para cuarteto de cuerda, y un quinteto
de cuerda: O Salutaris, para tres
voces masculinas. Al año siguiente escribió otra obra vocal-instrumental – Stabat Mater -, una Obertura para orquesta y La
Húngara, tema con variaciones para violín y bajo continuo, firmadas el 4 de
agosto de 1821, fueron las últimas obras escritas por Arriaga antes de
marcharse a París.
A los quince años
de edad, el 26 de septiembre de 1821, marchó a París con la intención de
ingresar en el Conservatorio, donde solicitó ser inscrito como alumno de Joseph
Fetis en la clase de contrapunto y fuga.
Al año siguiente pidió ser admitido en la clase de violín, primero con
Guerin y luego con Pierre Baillot.
Se
dice que presentó a Cherubini, director del Conservatorio, el StabatMater compuesto cuando era un
adolescente, y al examinarlo exclamó:
<< ¡Asombroso! Tú eres la música
misma>>.
Durante
su estancia en París, no cabe duda alguna, compuso sus obras maestras:
-Tres cuartetos,
en Re menor, La mayor y Mi bemol (Primer libro de cuatro) a los que Fétis se
refirió con estas palabras:
<<
Es imposible imaginar nada más original, más elegante, más puramente escritos
que estos cuartetos>>.
El musicólogo Ángel Sagardía dice de ellos:
<<Hay que destacar que Arriaga
los compuso a una edad que ningún otro compositor escribió tal forma musical,
ni siquiera Beethoven. En ellos se aprecian acentos de carácter romántico
similares a los que años más tarde imprimió Schubert a los suyos, mostrando así
su genialidad y personalidad, pues si bien conocía las obras de Haydn y Mozart,
apenas había escuchado a Beethoven y aún menos a Schubert>>.
- Sinfonía en Re
menor, compuesta entre 1824 y 1825 inmediatamente después de los tres
cuartetos, comparte con ellos el honor de representar lo más acabado y bello
que un compositor español aportó al clasicismo.
<<El primer tiempo de la
sinfonía comienza con el adagio en Re mayor, seguido por el allegro en Re
menor, donde los temas aparecen en la cuerda. El segundo tiempo es interpretado
por los violines y completado por la cuerda. Su cambio a Fa menor, le da un
aire patético, sombrío, que parece presentir procedimientos de Weber. El
andante en La mayor, es de matices tranquilos, delicados, con cierto perfume
campesino. El segundo tema posee cierto carácter romántico, como de romanza sin
palabras. El minueto es sencillo y gracioso. El último tiempo, Allegro con
moto, es verdaderamente inspirado y perfecto de construcción; contiene
acertadas combinaciones rítmicas, correcta armonía, sutiles digresiones
tonales, interesantes imitaciones y sobriedad en la instrumentación que corona
brillantemente la sinfonía>>.
- Obertura de Los Esclavos felices (versión revisada)
- Obertura de Los Esclavos felices (versión revisada)
- Estudios o Caprichos para piano (tres).
- Edipo,
aria para tenor con acompañamiento de orquesta.
- Medea,
aria para soprano, tenor y orquesta.
- A la
aurora, para tenor y bajo con orquesta
-
Erminia y Agar: serie de páginas
cantadas, arias o escenas que parecen ensayos de composición teatral u
operística. La primera es una escena
basada en Tasso, y Agar, la segunda,
una escena sobre el pasaje bíblico referido a la esclava de
Abraham, de un dramatismo impresionante, tal vez su última composición.
Academia de bellas Artes Santa Cecilia
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