SOBRE EL NOMBRE DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (3º de 10)
Dije anteriormente que la infrecuencia de los usos de la variante del lugarónimo con el artículo con mayúscula y de la variante sin artículo parecía que anulaba ambos argumentos: fue un recurso retórico para dejar en suspenso un aspecto que no consideré oportuno tratar en ese lugar y que requiere más detenimiento. Traté de llamar la atención sobre el hecho de que, aunque escrito con minúscula, lo usual es el empleo del artículo con el nombre de la ciudad. Considero que éste es un quid de la cuestión que nos ocupa, máxime si se tiene en cuenta que el comportamiento de los nombres propios encabezados por sustantivos comunes respecto del artículo viene siendo en sentido contrario. Esto es, a fin de evitar confusiones, los hablantes hemos tendido a suprimir el uso del artículo delante de los nombres de localidades que comienzan por sustantivos comunes. Por eso decimos Estuvimos en Arroyo de Granada y no Estuvimos en el Arroyo de Granada, Nos alojamos en Puerto de San Vicente y no Nos alojamos en el Puerto de San Vicente, Almorzamos en Valle de Santa Ana y no Almorzamos en el Valle de Santa Ana, etc. Con el artículo antepuesto, estos sintagmas se refieren a accidentes geofísicos; así que para distinguirlos como localidades, insistimos, el lenguaje ha empleado el recurso de suprimir el artículo.
En los lugarónimos encabezados por el sustantivo puerto podemos distinguir dos
estructuras: apositiva y preposicional. Esto es, una estructura del nombre
propio en la que a la palabra puerto
se le une otra u otras que especifican el significado (Puerto Limón, Puerto
Príncipe, Puerto San José) y otra estructura en la que a la palabra puerto se le une un sintagma introducido
por la preposición de, que puede
indicar relaciones de cualidad (Puerto de la Luz), de homenaje o pertenencia
(Puerto de España), de advocación religiosa (Puerto del Rosario), etc. Tanto en
uno como en otro tipo de estructura la tendencia ha sido la misma: suprimir el
uso del artículo delante del nombre propio de entidad de población, a fin de
destacar tal condición.
En el caso del nombre de nuestra ciudad, en cambio,
el artículo se mantiene y ha llegado a ser un elemento de confusión para muchas
personas. Entre ellas, algunos escritores y cartógrafos han creído que el nombre
de la ciudad es Santa María y que el
sintagma El Puerto hace referencia al
accidente geofísico y a las posteriores instalaciones portuarias. Un caso
significativo al respecto es el de Henry Michelot, quien en su Plan de la Baye et Rades de Cadis et des Environs
(Plano de la Bahía y Radas de Cádiz y de sus alrededores), fechado en Marsella
en 1730, coloca sobre nuestro término los topónimos “Ste Marie” y “Puerto”,
separados y a distintos tamaño, tipo y categoría (mayúsculas y minúsculas) de
letras.
Puede parecer que con estas observaciones estoy
aportando argumentos a favor de la variante Puerto
de Santa María, pero no es así. Lo que pretendo es destacar que el nombre
propio El Puerto de Santa María ha
nadado contracorriente.
Vamos, pues, a tratar de explicarnos el porqué del
empleo del artículo con el nombre de la ciudad; cuando, según lo visto hasta
ahora, sintácticamente puede prescindirse de este determinante y se evitaría la
confusión existente. Pero para ello, como dijimos antes, tenemos que analizar
la cuestión desde otros ángulos.
Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
Me voy a permitir exponer, desde mi modesta opinión, mi personal apreciación, sobre la tercera entrega de este amplio trabajo. El texto suena, en su primera mitad, un poco farragoso, difícil de entender; hay incluso, una suerte de empeño en hacerlo “poco accesible”. Resulta extraño que el autor, a pesar de su gran capacidad de recursos dialécticos y amplitud de vocabulario, utilice, nada más empezar y sin necesidad alguna de ello: “lugarónimo”, término que, opino, podría ser considerado un neologismo de cosecha propia (no se ha podido encontrar referencia alguna en el diccionario de la R.A.E.), cuando podía haber utilizado “topónimo” palabra que, precisamente, significa “nombre propio de un lugar”. Ya sabemos que “los hablantes” tenemos la capacidad de hacer evolucionar el idioma, pero: “lo bueno, si simple, dos veces bueno”. He leído con atención esta 3ª entrega, de la nueva versión del autor, sobre el nombre de nuestro Puerto de Santa María, y percibo, parafraseando para ello al insigne paleontólogo y filósofo Pierre Teilhard de Chardin, que el autor, en éste, su lío “anda perdido en las tinieblas de la fe, y aunque parece que caminara por el mundo como si al final de su existencia fuese a encontrar al Cristo, de momento no se percibe certidumbre alguna de ello”; no parece que vaya a “ver” el auténtico “quid” de la cuestión, continua con su “bucle infinito”. Por otro lado, las explicaciones, para tratar de “probar” lo que nunca antes, a lo largo de más de siete siglos, tuvo que ser “probado” por estar más que demostrado, archisabido y consecuentemente documentado, me suenan algo así como el famoso diálogo de los Hermanos Marx: “… la parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte ... Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?”
ResponderEliminarSostiene el autor, de manera algo atrevida, que: “En el caso del nombre de nuestra ciudad, en cambio, el artículo se mantiene y ha llegado a ser un elemento de confusión para muchas personas. Entre ellas, algunos escritores y cartógrafos han creído que el nombre de la ciudad es Santa María y que el sintagma El Puerto hace referencia al accidente geofísico y a las posteriores instalaciones portuarias”. Es el mismo osado atrevimiento con el qué, tanto el autor como D. José Ignacio Buhígas comenzaran, a partir de 1.981 (el primero como Gerente de Cultura, y el segundo como Auxiliar del Archivo), la campaña de “inmersión lingüística”, que llevaría a la anexión “oficial”, inseparable y antepuesta, del artículo determinado “el”, al nombre de nuestro Puerto; desacreditando de un plumazo a cientos de miles de eruditos: historiadores, literatos, registradores, notarios, profesores, funcionarios del Ayuntamiento, etc., habidos durante setecientos cincuenta años y decretando “equivocados y erróneos” millones y millones de registros de centros oficiales y de archivos de todo tipo (policía, juzgado, registro civil, registros eclesiásticos, ayudantía de marina, aduana, empresas, sindicatos, profesionales, comerciantes, cementerio, etc., etc.), con el sólo objeto de sostener su sagaz y sabiamente descubierta “verdad”; “verdad” que incluso fue objeto de imposición coactiva, cuando el culto Alcalde Accidental del Puerto, José A. Navarro, en circular fechada 11/07/1990 instaba, a todos los portuenses, en un encomiable esfuerzo de alfabetización colectiva, a que debían escribir siempre “El Puerto de Santa María” y no “Puerto de Santa María” …”como a menudo aparece INCORRECTAMENTE escrito”, decía el mozo (Tócate las narices).
P.D. Interpreto, que cuando el autor se refiere, en dos ocasiones, a “accidente/s geofísico/s”, está queriendo decir “geográfico/s”, puesto que no es, ni mucho menos, lo mismo.
Pena que en los comentarios no nos sea posible, ni aún "recortando y pegando" de otro texto, la utilización de otros recursos de la escritura, como son la letra cursiva, negrita y el subrayado, que nos permitiría una mayor capacidad de expresión.
ResponderEliminarPara ilustrar qué es "accidente geofísico", se me ocurre un ejemplo: "LA EXPLOSIÓN DE UN VOLCÁN" sería un accidente geofísico.
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