EL GENTILICIO DE LOS CIUDADANOS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (6 de 8)


Comenzamos por estudiar las honras fúnebres de un personaje muy querido en El Puerto, ya que había prestado su apoyo para que las aguas de los manantiales de Sidueña llegaran a la ciudad en 1735. Nos referimos al Capitán General de las Costas de Andalucía don Tomás de Idiaquez quien falleció en El Puerto el 1 de febrero de 1737. Analizamos, detenidamente, el bando en que se invitaba al pueblo a participar en sus honras fúnebres, así como los sermones que se pronunciaron, y no hallamos el menor indicio de gentilicio alguno pues siempre se usó la consabida fórmula de “ciudadanos de El Puerto”.

Siguiendo esta línea de acontecimientos importantes acaecidos en la ciudad, llegamos al verano de 1746, al 9 de julio, en que fallece Felipe V, rey muy relacionado con las habitantes de El Puerto, pues ya desde los inicios de su reinado estos se habían postulado a su favor en la Guerra de Sucesión Española, afrontando la invasión angloholandesa de 1702 que intentaba destronarlo. Tampoco olvidaban los lugareños que en 1729 incorporó la ciudad a su Corona, así como su estancia en la casa de los cargadores a Indias Vizarrón, en la conocida como de las Cadenas, en el año de 1729 y en el posterior de 1730.

Este sentimiento de agradecimiento y gratitud se vería acrecentado cuando el nuevo rey Fernando VI, el 26 de julio de 1746, comunica a la Ciudad y a su Cabildo el luctuoso fallecimiento de su padre, y pide
“…que como tan buenos y fieles vasallos me ayudéis a sentirlo y cumpliendo con vuestra obligación dispongáis que en esta ciudad se hagan las honras y demostraciones de sentimiento que en semejantes casos se acostumbra…”

De inmediato se convocaron ambos cabildos, el municipal y el religioso, y se ordenó publicar bando para que la población tuviera conocimiento de los actos a celebrar los días 17 y 18 del siguiente mes de agosto. Finalizadas las exequias con toda pompa y solemnidad, en octubre de ese año se mandó editar un opúsculo bajo el título     de “Triste sepulcral zenotafio…”recogiendo, entre otros escritos:
a)El propio bando firmado por los encargados de los actos don Guillermo Tirry, marqués de la Cañada, en su calidad de Alférez Mayor, y de don Martín José de Reinoso, como regidor y diputado de Fiestas.
b) Una loa al nuevo Rey Fernando VI, también por el marqués de la Cañada.
c)El sermón a cargo de fray Francisco de la Transfiguración.
d) Y un relato pormenorizado de todas las exequias.

Y este documento, en este año de 1746, va a ser la clave, la llave tan ansiada y buscada que nos va a permitir abrir la puerta detrás de la cual encontraremos por primera vez, un documento en que se afirma que el gentilicio de esta antigua ciudad es el de portuense. Nada más cruzar el umbral, el vano, aparecerá reiteradamente el sustantivo de portuense, el gentilicio que con tanto ahínco andábamos buscando, el que nos indica sus orígenes, por cierto de los primeros que se dieron en España y tengamos constancia.

En esta publicación de octubre de 1746, repito de 1746, unos años antes de iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII, si encontramos el gentilicio de portuense, el de los vecinos de la ciudad de El Puerto de Santa María. En un capítulo, que lleva por título “Introducción a las exequias del Rey Nuestro Señor”, en su segunda página, en el lenguaje propio de la época, dice:
“…Apenas pulsó tan melancólica noticia los amantes oídos del cuerpo fidelísimo de este su nobilísimo Cabildo; hirió apenas el mudo rayo de la inopinada muerte de su rey, los Portuenses corazones, cuando el implacable Etna de sus pechos, soltando los impetuosos diques de su encendido amor, sustituyeron los ojos en llorar, los ejercicios de ver que les negaba el ocaso de su coronado Sol”

Y unas líneas más abajo, refiriendo la actuación de su Cabildo, indica como
 “A este fin el decoroso senado Portuense determinó se convocase a Cabildo, y en la práctica de este se hizo presente a los capitulares…”

De igual manera, inserto en el folleto aparece íntegramente el bando que se proclamó y que fue expuesto en los lugares habituales de la ciudad, y en él, en su redacción, también aparece, en varias ocasiones, el gentilicio de portuense.
En las primeras líneas se hace referencia al mismo, al haberse colocado una bandera negra de luto en el balcón del Cabildo, que impactó en los sentimientos de los vecinos
“…al amanecer el día contado 9 de agosto hirió, no el dorado esplendor del cuarto Planeta con su radiante brillo el balcón del Cabildo, si el rayo que con funesta saeta traspasó los amantes Portuenses corazones, manifestándose la fúnebre seña de una bandera de negra bayeta…”

Luego se expresa el impacto que había causado en las autoridades portuenses tan triste óbito, y como los caballos de estas, con sus palafreneros
“…al compás lastimero de la diestra mano que lo mandaba hacía encender hasta en los pedernales, el dolor que tenía impreso en los corazones el insulto del fracasado reino; proporcionándose triste al curso que había de sembrar de lágrimas la funesta noticia, desde la alta proceridad de los Portuenses…

E igualmente como durante las veinticuatro horas que duraron los funerales, fue un triste llanto del pueblo que hacía saltar los metales
“…para difundirlo, o en los amantes Portuenses afectos ojos, para llorarlo, aunque cada corazón poseyese un Nilo.

Una vez concluidas las honras fúnebres, el cabildo municipal que ya tenía conocimiento de otra notificación, de igual fecha que la anterior, para que se celebrara la proclamación del nuevo rey Fernando VI, decidió que ésta se desarrollase con el mayor boato y esplendor. Reunidos el 16 de septiembre fijaron para estas festividades el 12 de octubre, incluida la víspera, y que durasen hasta el día 14 en que habría una gran fiesta de toros. Finalizada la conmemoración se encomienda a don José de Santa Cruz y Vela, Fiscal de la Real Justicia de la ciudad que, como hombre erudito, ilustrado y de buena pluma,para que redacte una reseña minuciosa de todos los actos, con el fin de  darla a la imprenta como colofón final.
Academia de Santa Cecilia

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