EL GENTILICIO DE LOS CIUDADANOS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (6 de 8)
Siguiendo
esta línea de acontecimientos importantes acaecidos en la ciudad, llegamos al
verano de 1746, al 9 de julio, en que fallece Felipe V, rey muy relacionado con
las habitantes de El Puerto, pues ya desde los inicios de su reinado estos se
habían postulado a su favor en la Guerra de Sucesión Española, afrontando la invasión
angloholandesa de 1702 que intentaba destronarlo. Tampoco olvidaban los
lugareños que en 1729 incorporó la ciudad a su Corona, así como su estancia en
la casa de los cargadores a Indias Vizarrón, en la conocida como de las
Cadenas, en el año de 1729 y en el posterior de 1730.
Este
sentimiento de agradecimiento y gratitud se vería acrecentado cuando el nuevo
rey Fernando VI, el 26 de julio de 1746, comunica a la Ciudad y a su Cabildo el luctuoso fallecimiento de
su padre, y pide
“…que como tan buenos y fieles vasallos me
ayudéis a sentirlo y cumpliendo con vuestra obligación dispongáis que en esta
ciudad se hagan las honras y demostraciones de sentimiento que en semejantes
casos se acostumbra…”
De inmediato se convocaron ambos cabildos, el
municipal y el religioso, y se ordenó publicar bando para que la población
tuviera conocimiento de los actos a celebrar los días 17 y 18 del siguiente mes
de agosto. Finalizadas
las exequias con toda pompa y solemnidad, en octubre de ese año se mandó editar un opúsculo bajo el
título
de “Triste sepulcral zenotafio…”recogiendo,
entre otros escritos:
a)El propio bando firmado por los encargados
de los actos don Guillermo Tirry, marqués de la Cañada, en su calidad
de Alférez Mayor, y de don Martín José de Reinoso, como regidor y diputado de
Fiestas.
b)
Una loa al nuevo Rey Fernando VI, también por el marqués de la Cañada.
c)El
sermón a cargo de fray Francisco de la Transfiguración.
d)
Y un relato pormenorizado de todas las exequias.
Y
este documento, en este año de 1746, va a ser la clave, la llave tan ansiada y
buscada que nos va a permitir abrir la puerta detrás de la cual encontraremos
por primera vez, un documento en que se afirma que el gentilicio de esta
antigua ciudad es el de portuense. Nada más cruzar el umbral, el vano,
aparecerá reiteradamente el sustantivo de portuense, el gentilicio que con
tanto ahínco andábamos buscando, el que nos indica sus orígenes, por cierto de
los primeros que se dieron en España y tengamos constancia.
En
esta publicación de octubre de 1746, repito de 1746, unos años antes de
iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII, si encontramos el gentilicio de
portuense, el de los vecinos de la ciudad de El Puerto de Santa María. En un capítulo,
que lleva por título “Introducción a las exequias del Rey Nuestro Señor”, en su
segunda página, en el lenguaje propio de la época, dice:
Y unas
líneas más abajo, refiriendo la actuación de su Cabildo, indica como
“A
este fin el decoroso senado Portuense determinó
se convocase a Cabildo, y en la
práctica de este se hizo presente a los capitulares…”
De
igual manera, inserto en el folleto aparece íntegramente el bando que se
proclamó y que fue expuesto en los lugares habituales de la ciudad, y en él, en
su redacción, también aparece, en varias ocasiones, el gentilicio de portuense.
En
las primeras líneas se hace referencia al mismo, al haberse colocado una
bandera negra de luto en el balcón del Cabildo, que impactó en los sentimientos
de los vecinos
“…al
amanecer el día contado 9 de agosto hirió, no el dorado esplendor del cuarto
Planeta con su radiante brillo el balcón del Cabildo, si el rayo que con
funesta saeta traspasó los amantes Portuenses
corazones, manifestándose la fúnebre seña de una bandera de negra bayeta…”
“…al
compás lastimero de la diestra mano que lo mandaba hacía encender hasta en los
pedernales, el dolor que tenía impreso en los corazones el insulto del
fracasado reino; proporcionándose triste al curso que había de sembrar de
lágrimas la funesta noticia, desde la alta proceridad
de los Portuenses…”
“…para
difundirlo, o en los amantes Portuenses
afectos ojos, para llorarlo, aunque cada corazón poseyese un Nilo.
Una
vez concluidas las honras fúnebres, el cabildo municipal que ya tenía
conocimiento de otra notificación, de igual fecha que la anterior, para que se
celebrara la proclamación del nuevo rey Fernando VI, decidió que ésta se desarrollase
con el mayor boato y esplendor. Reunidos el 16 de septiembre fijaron para estas
festividades el 12 de octubre, incluida la víspera, y que durasen hasta el día
14 en que habría una gran fiesta de toros. Finalizada la conmemoración se
encomienda a don José de Santa Cruz y Vela, Fiscal de la Real Justicia de la
ciudad que, como hombre erudito, ilustrado y de buena pluma,para que redacte
una reseña minuciosa de todos los actos, con el fin de darla a la imprenta como colofón final.
Academia de Santa Cecilia
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