ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (377)


EL “RÍO DEL OLVIDO” 

En estos soleados  primeros días de marzo, paseando, como tantos otros, por la “Avda. de la Bajamar”, - margen derecha del río - donde el Guadalete deja de ser río para convertirse en ría, echo de menos la actividad que, aunque no vivida por mí como portuense, hace ya más de ocho lustros conocí cuando comencé a recorrer, como marino, los múltiples puertos de las costas españolas y otras muchas más lejanas.
Ayer, apoyado en la baranda del cantil mientras esperaba a un amigo, portuense de nacimiento y sentimiento, más que imaginar, soñé que en ambas márgenes de la ría había barcos pesqueros y buques de carga atracados, afanados en las tareas de carga y descarga: sal y pescados, vino en botas y a granel, mercancías procedentes de América y Filipinas. Todos ellos daban vida a este río del que hoy nos hemos olvidado.
Soñé que todos esos barcos, engalanados con sus banderolas y gallardetes, hacían sonar sus tifones saludando a los que arribaban y despidiendo a los que zarpaban.
¿No os parece que sería un reconocimiento a este río que tanto le dio a nuestro Puerto?
Hoy, El Puerto, ciudad, vive de espaldas a su río, y su puerto, como tal, languidece, por no decir se muere, con un par de pesqueros amarrados, una draga que no draga, unos cuantos derrelictos y dos diques flotantes que esperan, hace no sé cuánto tiempo, que alguna embarcación vare en ellos. Éstos en la margen izquierda, la más industrial.
Si recreamos la vista en la margen derecha, la que debía ser - y puede serlo si ponemos empeño en ello - el vestíbulo de entrada a la ciudad, la fachada principal de nuestra ciudad, -“la de los cien palacios”- lo que vemos son fachadas desconchadas de edificios en ruinas, bolsas de aparcamientos, un varadero abandonado con el esqueleto podrido, tapando sus vergüenzas – para más vergüenza - con harapos, del que ha sido durante décadas el icono y logotipo de la ciudad: “su Vaporcito”

No sé si a nuestras autoridades, políticas y marítimas, les dará vergüenza. A mí, como vecino, y como marino que ha vivido media vida en la mar, y de la mar, sí. Sí me da vergüenza, por eso me atrevo a plantear una idea para revitalizar la ribera de nuestro “Río del Olvido” y no volver a olvidarnos de él.

Hace ya algún tiempo, al poco del percance que sufrió el Vapor del Puerto, cuando se trajo al varadero de la Bajamar para terminar su vida, me preguntaron si era posible su recuperación. Entonces, sin verlo, me atreví a decir que sí, lo que no pude cuantificar fue el coste de la restauración, pues no conocía el estado interior del mismo. Es más, ofrecí mis conocimientos y experiencia en buques propulsados a vapor para instalar en él una caldera y una máquina alternativa a vapor, en vez del motor diésel que tenía montado, y así, su propulsión concordara con su denominación: “El Vapor del Puerto”.

Esta propuesta traería, además de la consiguiente restauración del casco y habilitación de la embarcación por profesionales de la carpintería de ribera, la recuperación y adaptación del varadero para crear una escuela de esta especialidad, e instruir en el montaje y manejo de la instalación propulsora a vapor a todo aquél que le interesara.

Hoy, la carpintería de ribera está siendo reconocida y potenciada por las instituciones como patrimonio industrial y cultural. Astilleros como el de Nereo, en Pedregalejo, están haciendo restauraciones y réplicas de barcos históricos, barcos de recreo y jábegas tradicionales de pesca de la costa malagueña. En Conil de la Frontera, Carpintería de Ribera Muñoz Ruiz, se dedica a la construcción artesanal, combinando la madera con la fibra de poliéster, de barcos pesqueros. En Orio (Gipuzkoa), se ha recuperado Mutiozabal, el último astillero de carpintería de ribera de la costa vasca, que desempeñará una doble función: ser un centro divulgativo del patrimonio naval de la cuenca del río Oria, y centro de recuperación y construcción de embarcaciones tradicionales de pesca y recreo.

Iniciativas como éstas podrían llevarse a cabo en nuestra ciudad recuperando el varadero donde se encuentra hoy lo que queda del “Vapor”, pidiéndole la concesión a la Junta de Obras del Puerto; creando la citada escuela de carpintería de ribera, para hacer barcos de madera y de fibra; de carpintería de blanco, para hacer mobiliario de barcos y otros usos, una actividad que volvería a dar vida a nuestro río y a nuestro Puerto.
Si esta propuesta se tuviera en consideración, yo ofrezco mi colaboración, aportando mis conocimientos y experiencia, para llevarla a cabo sin ningún otro interés que el de potenciar esta actividad en nuestra ciudad.

                                                                  Ignacio Pantojo

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