Homenaje al que fue guarda del Castillo de Doña Blanca.
UNA CONFERENCIA Y UN HOMENAJE, UNIDOS.
El Castillo de Doña Blanca y José Fernández
Bermúdez.
Diego Ruiz
Mata.
Hay acontecimientos de la vida y profesionales
que satisfacen anunciar más que otros y posiblemente con pesar. Éste es uno de
los que me llenan de alegría y me llevan a una cierta nostalgia a la vez, a
unos maravillosos recuerdos de un tiempo pasado que se mantiene aún vivo. Pero
todos sabemos que han muerto, que lo han matado. Es el siguiente. El próximo
día 9 tendrá lugar en el Poblado de Doña Blanca una conferencia seguida de un
coloquio, pero cuyo acto más importante se centra en el humilde homenaje a D.
José Fernández Bermúdez, que trabajó con nosotros desde el comienzo de las
excavaciones arqueológicas en el Castillo de Doña Blanca. Ha sido excelente trabajador, mejor persona, amigo inolvidable y el mejor
guarda que han tenido el poblado y la necrópolis, que todo lo divisaba con sus
ojos de águila. Estoy seguro que no habrá otro igual, con tanta pasión y celo,
con tanto empeño en lo que ya también era suyo. Así consideraba a la ciudad
fenicia.
Y ahora, en
estos momentos, como escribo en el último verso de un poema que he escrito en
su recuerdo y leeré con emoción en el homenaje, "es el guarda de Dios en
los Cielos", y desde allí escuchará y verá sonriente la conferencia.
Bermúdez, como le llamábamos, ha sido más que todo esto, mucho más, un padre
para todos por edad y experiencia, aconsejador con la consistencia que
proporciona la vida, una existencia dura, y un amigo ejemplar, que lo llevamos
en el recuerdo de nuestras vidas todos los que hemos pasado por las
excavaciones de ese yacimiento, profesores, alumnos y amigos que iban a menudo
a visitarnos. Podría escribir de él muchas cosas casi todas hermosas, muchas
anécdotas, muchas confidencias, que lo haré en otro momento. Ahora su mujer y
sus hijos preparan conmigo este humilde homenaje sobre un tema que le agradaba
hablar, del Castillo de Doña Blanca y del Parque Arqueológico.
Pero muy poco
después de su jubilación, que aceptó forzado por las leyes inapelables, una
Parca traicionera se lo llevo del Poblado de Doña Blanca donde residía y lo
conocí y de su yacimiento que guardaba con pasión y diligencia. Es la ley
inmutable de la vida, que nunca perdona, que trastorna nuestros sueños, sin
advertirlo, cuando menos lo esperas. No pudo viajar lo que deseaba, ver y
conocer lo que tenía previsto, pero disfrutó con el yacimiento arqueológico,
con sus hallazgos y con todos nosotros. Nos sentimos por ello muy honrados en
recordarlo y resucitar por unos instantes aquellos días maravillosos que el
Castillo de Doña Blanca era un foco de alegría, ahora convertido, desde casi el
año 2000, en el olvido y en la muerte lenta. Así lo han querido aquellos que
diseñan el destino del patrimonio histórico-arqueológico y anulan los sueños de
los arqueólogos que hemos empleado, y aún lo hacemos, muy a duras penas, un
simple estudio de materiales. Y yo me pregunto ¿qué le pasa a este país que
goza con la destrucción y el olvido?. Es sin dudas, pienso muchas veces con
pesar, un país enfermo. ¿Habrá alguna medicina que lo sane?.
Os invito a
que nos veamos el próximo día 9, a la hora y en el lugar que se anuncia para
hablar de El Puerto y de un trabajador ejemplar, que ya está unido a la
historia de la ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca.
(Diego Ruiz
Mata / 2 de mayo de 2019).
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