Interpretación del 4º Movimiento (Coral) de la Novena Sinfonía de Beethoven

Para aquellos que asistieron a la singular primera conferencia del XXIII Ciclo Cultural "Los martes de la Academia" y quieran recordar algunos pasajes.


El caso del “tema de la alegría” merece una mención aparte, y da cuenta de la naturaleza meticulosa del compositor. Beethoven tuvo que ingeniárselas para encontrar la forma adecuada en la que incluir la gran masa coral que tenía en mente. Así, llegó incluso a componer más de 200 versiones del tema de la alegría, de entre las cuales una de ellas también fue reutilizada en su “Fantasía para piano, coro, y orquesta”.

En sus cuadernos personales, Beethoven plasmó sus inquietudes; la más importante de ellas era conseguir transmitir a través de su última sinfonía algo más que música. Es decir, quería contar una historia, y en el caso de la novena esa historia debía guardar relación con toda la humanidad.

No era la primera vez que Beethoven se enfrentaba a una idea sinfónica distinta a la habitual. Su tercera sinfonía, aparte de música, debía ser un homenaje a Napoleón. Así, el tono de la sinfonía es marcial y el adagio está compuesto en forma de marcha fúnebre en recuerdo de los soldados caídos. Beethoven compartía los ideales de la revolución francesa, y en un principio vio en la política de Napoleón la liberación de Europa; pero cuando éste se nombró a sí mismo emperador, Beethoven tachó enfurecido la dedicatoria sustituyendo el término “napoleónica” inicial por el de “heroica”. Eso sí, no cambió ni una sola nota del pentagrama.

En el caso de la sexta sinfonía “pastoral”, Beethoven altera de forma rotunda la forma sonata. En lugar de cuatro movimientos compone cinco, dos de ellos siguiendo la forma del scherzo. En rigor, la sexta no es una sinfonía, es música programática, es decir descriptiva. En este caso el compositor pretendía describir aquellos paisajes naturales donde había pasado su adolescencia.

Pues bien, con la novena sucede algo similar. Beethoven quería contar nada menos que la liberación de la humanidad.

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El primer movimiento representa el Destino cruel que ahoga a los hombres; de ahí que sea un movimiento algo pausado –maestoso–. Beethoven reajusta la forma sonata, introduciendo un tono sentimental melancólico (sobre todo el tema femenino), mientras que con otro tono, este más imitativo, describe al propio Destino (el tema masculino).

El segundo movimiento, el scherzo, es la respuesta que dirige al Destino cruel la humanidad. Es una reafirmación del hombre, pero no alegre, sino enfurecida, muy enérgica. Este movimiento tiene una arquitectónica sin duda espectacular, de unas proporciones inimaginables para la época. La arquitectónica alcanza su punto álgido cuando combina en las variaciones los ostinattos con golpes de percusión.

El tercer movimiento vuelve a ser triste, o mejor dicho, apagado. La humanidad no parece haber encontrado consuelo y se refugia en la religión. Este detalle es muy importante, pues con la religión la humanidad no se libera de la angustia, de ahí que el tono sentimental del movimiento no sea optimista, sino lánguido. Tiene una parte imitativa muy importante, pues comienza y termina muy lentamente, como si la música surgiera de la nada, como si nunca fuera a terminar de empezar o de acabar.

El cuarto movimiento es sin duda el más complicado. Sin duda Beethoven nos narra el triunfo de la humanidad, pero no de manera sencilla: la victoria está plagada de duelos entre la parte positiva y negativa. Este movimiento es un antecedente de los que años después compondrían Bruckner y Mahler, al querer reflejar el duelo entre la vida y la muerte. La introducción es trágica (de ahí la reexposición de la introducción del primer movimiento). Entre esa tragedia surge, como un halo de esperanza, el “himno de la alegría”, pero este halo se desvanece volviendo al tema trágico inicial.

Tras una pausa, el barítono se dirige al coro –la humanidad– y pronuncia un breve texto escrito por el propio Beethoven: “¡Oh, amigos, dejemos esos tonos! ¡Entonemos otros más agradables y más alegres!”. Entonces el coro acompaña al barítono para cantar el himno a la alegría

Alegría, hermosa llama de los dioses,
hija de Eliseo.
Entramos, ¡oh celeste deidad!, en tu templo, ebrios de fuego.
Tu hechizo funde de nuevo
lo que los tiempos separaron.
Los hombres se vuelven hermanos
allí por donde reposan tus suaves alas

Tras una breve pausa, Beethoven presenta al tenor, que recita más versos de Schiller acompañado por el coro masculino, a modo de una marcha militar.

Quien haya tenido la dicha
de poder contar con un amigo,
quien haya logrado conquistar a una mujer amada,
que su júbilo se una al nuestro.
Aun aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Mas quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!

Tras una complicada fuga, Beethoven introduce el tema de amor, el aire sentimental adquiere una apariencia suave, como si de una misa se tratara. No obstante, Beethoven está hablando de Dios. Se trata de imitar una ceremonia litúrgica. La participación de la soprano y contralto es sin duda reseñable.

Todos los seres beben de la alegría
del seno abrasador de la naturaleza.
Los buenos como los malos,
siguen su senda de rosas.
Ella nos da besos y vino
de un fiel amigo hasta la muerte,
Al gusano le concedió la voluptuosidad,
al querubín la contemplación de Dios.
Volad alegres como sus soles
a través del inmenso espacio celestial,
seguid, herma
alegres como héroes en pos de la victoria.

Parece que Beethoven encuentra el consuelo en la religión, pero en una religión acompañada de optimismo, de alegría. No sucede como en el tercer movimiento; ahora la religión no es un refugio, es la salvación de la humanidad. La música adquiere de nuevo proporciones gigantescas, imitando esa grandiosidad para preparar el triunfo final del hombre. Beethoven une el tema de amor con tonos más alegres, a modo de conclusión

¡Abrazaos millones de hermanos!
Que este beso envuelva al mundo entero.
Sobre la bóveda estrellada
Habita un padre bondadoso.
¿Flaqueáis millones de criaturas?
¿No intuyes, mundo, a tu Creador?
Búscalo a través de la bóveda celeste.
¡Su morada ha de estar más allá de las estrellas!

Los metales ascienden y las cuerdas tocan una última vez el “himno a la alegría”. La coda es vertiginosa, firme y rotunda. Beethoven estrenó su novena sinfonía el año 1824, ante una sala repleta de público y completamente sordo, junto con su también colosal “Misa solemnis”. No pudo oír los aplausos de la gente, pero sí pudo gozar del éxito de su obra.

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Versión para aquellos aficionados que deseen profundizar en su estudio  
Análisis de Tomás Gilabert. Profesor de análisis musical en el Conservatorio Superior de Valencia

Fuente: 
La 9ª Sinfonía de Beethoven. Analisis e interpretacion. Autor: Asier Pérez Riobello

Comentarios

  1. ...
    El 4º movimiento de la la 9ª Sinfonía de Beethoven con su "Oda a la alegría", muestra todas las fortalezas del sinfonismo de su compositor. Beethoven pese a las adversidades de su vida, se consagró para siempre con él.
    La música es humanismo, el compositor con ella nos quiere transmitir algo y el que la escucha, la entiende y vive a su manera de forma personal.
    Pero si alguien nos ayuda a entenderla mejor, se disfruta más y a mí esta entrada-blog me ha aportado conocimiento y "emoción".
    Muchas gracias Gonzalo

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