Hoy, 21 de enero de 2025, se cumplen 132 años de la muerte de José Zorrilla


No obstante, aunque todos conocemos su nombre y sus trabajos más importantes, son aún muchos los aspectos que la gran mayoría no sabe. Y precisamente por eso, a continuación, vamos a dar a conocer algunas de las principales curiosidades o particularidades de su vida y obra:

José Zorrilla nació en Valladolid el 21 de febrero de 1817 en la calle de la Ceniza (hoy calle de Fray Luis de Granada). Aquel niño nació sietemesino y hubo de ser bautizado de urgencia con el ‘agua de socorro’, bajo la alarmada mirada de sus padres, don José y doña Nicomedes; su tío canónigo, Zoilo Moral; y las sirvientas Bibiana y Dorotea. La leyenda dice que, cuando se produjo el feliz alumbramiento, un pájaro de vistoso plumaje se posó en las tapias del jardín de la casa familiar, como queriendo anunciar que el recién nacido llegaba no con un pan sino con una lira bajo el brazo.
Su padre, un absolutista ferviente, marcó con su intransigencia las relaciones con su hijo. Estudió en el Real Seminario de Nobles de Madrid regentado por los jesuitas, y allí comenzó a leer a Chateaubriand, a Walter Scott y a Fenimore Cooper, y a escribir sus primeros versos.
Con 15 años, Zorrilla fue enviado por su padre a estudiar leyes en la Real Universidad de Toledo, encomendando a un pariente suyo, residente allí, que lo vigilase. El joven Zorrilla no tardó en dar muestras de su poco interés por el derecho y del magnetismo que la poesía ejercía sobre él. Es más, huyó de su casa después de robar una mula para llegar a Madrid y ahí comenzó su andadura como escritor.

Su vida es un guion de película arquetipo de un romántico del XIX (¡cuantos personajes de nuestra Historia son fabulosos y desconocidos!) Comienza a escribir con éxito, se casa con una viuda 17 años mayor que él, tiene una hija que muere con un año, su matrimonio fracasa y se exilia en Francia y después en México y más tarde en Cuba.

El 15 de febrero de 1837, un aspirante a las letras recitaba ante el féretro de Mariano José de Larra un poema a su memoria, causando una honda impresión en todos los presentes. «Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana...», comienza la elegía «A la memoria del joven literato Mariano José de Larra». Indican los manuales, siguiendo lo referido por el autor, que a partir de entonces comenzó a firmar en los periódicos El Porvenir y El Español, y luego pasó a los teatros. En 1837 apareció su primer libro: Poesías.

Bajamos a la bóveda, contemplamos al muerto, a quien yo veía por primera vez, a todo nuestro despacio, admirándonos la casi imperceptible huella que había dejado junto a su oreja derecha la bala que le dio muerte; cortóle Álvarez un mechón de cabellos y volvimos a la Biblioteca, bajo la impresión indefinible que dejaban en nosotros la vista del cadáver y el relato del suceso. 
(Zorrilla, 1998:22)

Entre 1839 y 1850 compone el grueso de su producción, entre ellas Don Juan Tenorio, su obra cumbre, que no solo es un clásico de nuestra literatura sino uno de los trabajos de dramaturgia más representados en los escenarios españoles por parte de numerosas compañías de teatro. Eso sin olvidar que una de las frases literarias que todo el mundo conoce es la emblemática:  ¿No es cierto ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla, y se respira mejor.
Aunque la mencionada obra fue la más importante que realizó, no fue precisamente la que le dio dinero. Y es que cuando se estrenó no logró el éxito esperado. Tanto es así que Zorrilla no dudó en vender los derechos de autor de la misma. Una acción de la que luego se arrepentiría cuando empezó a descubrir que, poco a poco, fue convirtiéndose en el boom que todos conocemos.
Tardó únicamente ocho días en escribir por completo Don Juan Tenorio.


Vuelve a España tras enviudar, y es acogido con verdadero entusiasmo. Recibe honores y reconocimientos. Se casa con una jovencita 30 años menor que él.
Las mujeres, que le volvían loco y le hicieron abandonar sus parejas para comenzar una nueva vida en varios países, y su capacidad para tener deudas constantes fueron dos de las claves de su existencia.
En todo momento mantuvo una dura relación con su padre, pues nunca llegaron a ponerse de acuerdo en nada. Y esa fue una losa en vida para José Zorrilla, incluso después de que su progenitor falleciera sin perdonarle que hubiera decidido dedicarse a la literatura en lugar de a lo que él le había marcado.
Se considera que este autor tuvo una personalidad inocente, infantil en muchas ocasiones, y que también se caracterizaba por el valor que le daba a la amistad.
Entre sus frases más célebres nos topamos con algunas como “yo en mi patria sólo llevo mis versos por capital" o "a buen juez, mejor testigo".

Tras una enfermedad de tres años murió en Madrid, la mañana del 21 de enero de 1893, y una muchedumbre acudió a su entierro.


El aspecto más evidente de la lírica de Zorrilla es descriptivo, la meditación histórica y a la vez estética del poeta le lleva a deplorar la decadencia presente y la abulia del pueblo español, representadas por las desoladas ruinas de castillos y torres, símbolo de un pasado glorioso, y en «A un torreón», «La torre de Fuensaldaña» y «Un recuerdo de Arlanza», su obra maestra de fusión de paisaje histórico y sentimental, la evocación se entrelaza con la nostalgia de la infancia y de los amores juveniles. En estas poesías, lo mismo que en las leyendas, está presente el tema del paso implacable del tiempo demoledor:

Ese montón de piedras hacinadas,
morenas con el sol que se desploma,
monstruo negro de escamas erizadas
que alienta luz y música y aroma;
a quien un pueblo inválido rodea
con pies de religión, frente de miedo,
que tan noble lugar mancha y afea,
es catedral de lo que fue Toledo.
(«Recuerdos de Toledo», I, 1943, 65)

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Declaración de Don Juan Tenorio a Doña Inés. Acto IV. Escena III. "No es cierto ángel de amor..."
Francisco Rabal y Concha Velasco.

Gonzalo Díaz Arbolí

Académico de Santa Cecilia

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