Semblanza del poeta José Luis Tejada Peluffo. Con motivo de la conferencia que dicta el profesor, Pablo Tejada Romero
Nació el 4 de agosto de 1927, en El Puerto de Santa María y muere en Cádiz el 11 de mayo de 1988.
Culmina su licenciatura con un trabajo de investigación sobre Marinero en tierra, de Rafael Alberti. Se doctora en Filología Moderna por la Universidad de Sevilla con un estudio monográfico sobre la poesía del primer Alberti. Fue Profesor titular de la Universidad de Cádiz, Director del Departamento y del Aula de Poesía, Académico de la Real Sevillana de Buenas Letras, de la de Ciencias, Artes y Letras de San Dionisio de Jerez y de la de Artes, Ciencias y Letras de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia de El Puerto de Santa María.Su producción poética se enmarca en la Generación del 50-60, heredera de la tradición del 27. Fue uno de los poetas mayores de dicha generación. Autor precoz aunque de muy tardía publicación. Se da la circunstancia de que aun antes de publicar su primer libro, ya figuraba en varias antologías.
Galardonado con numerosos premios, entre los que destacamos: Primera Medalla Nacional de Poesía Flamenca. Premio Nacional de Poesía de la “Vendimia de Jerez”. Poesía “Rafael Alberti de la Caja de Ahorros de Cádiz…etc. En cuanto al Premio Nacional de Poesía 1967 no quisiera silenciar una anécdota histórica que habla de su valía poética y de su calidad humana:
Cuenta el académico, Luis Suarez Ávila, lo ocurrido en la concesión de dicho Premio:
Federico Muelas, secretario del Jurado, una vez votado y concedido el premio y firmadas las actas, telegrafía a José Luis diciendo: “Enhorabuena, Premio Nacional”.
Horas más tarde, Tomás Borrás, miembro del Jurado, le telefonea y le cuenta que han convocado de nuevo al Jurado, porque ahora proponen a Carmen Conde, por su “obra completa”.
Pasado poco más de un mes, Carlos Robles Piquer, Presidente del Jurado, dirige una carta a José Luis, que termina con estas palabras: “Como ya sabe, su obra fue la verdadera finalista, aunque pesó más la “obra completa” de Carmen Conde. Me permito animarle a seguir en la “brecha” poética.
José Luis, haciendo honor a su bonhomía, había telegrafiado a Carmen Conde dándole la enhorabuena. Su contestación fue significativa: “Agradecidísima generosa enhorabuena”.
Editó nueve poemarios en forma de libro entre ellos:
“Silencio Herido” 1951. Este primer poemario de juventud, me contó su hijo Pablo, fue posible gracias al entusiasmo del entonces novicio de los jesuitas, Fernando García Gutiérrez, que le ayudó en la selección de poemas y se editó para uso casi exclusivo del propio Noviciado de la Compañía de Jesús. Después vinieron: “Para andar conmigo”, “Razón de ser”, “El cadáver del alba”, “Aprendiz de amante”, “Del Rio del Olvido”... Hay un poema en este último libro titulado “Flora” que, con emocionada devoción, guardo celosamente en mi memoria y que nace o nació, pienso yo ahora, como fruto del sentimiento paterno, porque su título coincide con el nombre de una de mis hijas, mezclado, confundido o aderezado con el ideal femenino que tan delicada y bellamente expresa el poeta. Cuando me acerqué en la Feria del Libro de 1978 a pedirle que lo dedicara a mi hija, él mismo me leyó la primera estrofa:
Precisamente, en el rellano de la escalera de la Academia, se expone una estatua de mármol de carrara que representa a "Flora", propiedad del escultor, Pablo Tejada Romero, hijo de José L. Tejada, en calidad de cesión temporal.
Veamos brevemente su poesía:
El tema amoroso. La poesía ha sido siempre un cauce expresivo de lo religioso y lo profano y no solo en los temas sino también en las formas: La soledad, el amor y la muerte han sido los preferidos por la poesía y JLT los ha tocado con clarividencia todos y los ha llenado de palabras que el pueblo conoce y reconoce, porque entran o han podido entrar en su vocabulario desde siglos.
Como apuntaba el desaparecido investigador y catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra, Ángel Raimundo Fernández González: “Dios es la referencia de todos sus amores: el amor del propio poeta que se sabe criatura de Dios, el amor entre él y la amada, el amor de los dos hacia sus hijos, el amor hacia los demás hombres y el amor hacia todo lo creado”.
José Luis era un poeta creyente y esa creencia constituye la base de todo su sistema poético, incluido también el amoroso. Elige la escritura como una forma de manifestar y canalizar la fuerza que le presta la pasión amorosa.
En 1985 publicó Poemía, una antología de sus primeros libros; recuerdo que cuando lo compré en la Navidad de 1985, me impresionó por su hermosura y profundidad. Especialmente me sobrecogió el poema: “Consolación por la carne”, que sin duda entiende mejor el amor como entrega y donde el poeta se mueve en el tono más íntimo de la confidencia. Quedé entusiasmado por su desbordamiento lírico y sensual. Y como muy acertadamente ha indicado Leopoldo de Luis, es pieza príncipe de la poesía amorosa. La pareja humana abrazada, frente a la eternidad, frente al misterio, por encima del odio y guareciéndose de la muerte.
Los últimos versos del poema son los más intensos y trascendentales. Lo podrán escuchar en el siguiente vídeo, haciendo clic sobre la imagen.
“Silencio Herido” 1951. Este primer poemario de juventud, me contó su hijo Pablo, fue posible gracias al entusiasmo del entonces novicio de los jesuitas, Fernando García Gutiérrez, que le ayudó en la selección de poemas y se editó para uso casi exclusivo del propio Noviciado de la Compañía de Jesús. Después vinieron: “Para andar conmigo”, “Razón de ser”, “El cadáver del alba”, “Aprendiz de amante”, “Del Rio del Olvido”... Hay un poema en este último libro titulado “Flora” que, con emocionada devoción, guardo celosamente en mi memoria y que nace o nació, pienso yo ahora, como fruto del sentimiento paterno, porque su título coincide con el nombre de una de mis hijas, mezclado, confundido o aderezado con el ideal femenino que tan delicada y bellamente expresa el poeta. Cuando me acerqué en la Feria del Libro de 1978 a pedirle que lo dedicara a mi hija, él mismo me leyó la primera estrofa:
En tu rodilla izquierda
puso un beso la tierra:
¡Yerbabuenas/te trepan las piernas!
Veamos brevemente su poesía:
El tema amoroso. La poesía ha sido siempre un cauce expresivo de lo religioso y lo profano y no solo en los temas sino también en las formas: La soledad, el amor y la muerte han sido los preferidos por la poesía y JLT los ha tocado con clarividencia todos y los ha llenado de palabras que el pueblo conoce y reconoce, porque entran o han podido entrar en su vocabulario desde siglos.
Como apuntaba el desaparecido investigador y catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra, Ángel Raimundo Fernández González: “Dios es la referencia de todos sus amores: el amor del propio poeta que se sabe criatura de Dios, el amor entre él y la amada, el amor de los dos hacia sus hijos, el amor hacia los demás hombres y el amor hacia todo lo creado”.
José Luis era un poeta creyente y esa creencia constituye la base de todo su sistema poético, incluido también el amoroso. Elige la escritura como una forma de manifestar y canalizar la fuerza que le presta la pasión amorosa.
En 1985 publicó Poemía, una antología de sus primeros libros; recuerdo que cuando lo compré en la Navidad de 1985, me impresionó por su hermosura y profundidad. Especialmente me sobrecogió el poema: “Consolación por la carne”, que sin duda entiende mejor el amor como entrega y donde el poeta se mueve en el tono más íntimo de la confidencia. Quedé entusiasmado por su desbordamiento lírico y sensual. Y como muy acertadamente ha indicado Leopoldo de Luis, es pieza príncipe de la poesía amorosa. La pareja humana abrazada, frente a la eternidad, frente al misterio, por encima del odio y guareciéndose de la muerte.
Los últimos versos del poema son los más intensos y trascendentales. Lo podrán escuchar en el siguiente vídeo, haciendo clic sobre la imagen.
Poesía religiosa. Siempre aparecen como constante el amor y Dios. Todos sus libros están llenos de testimonios trascendentes referidos a estos dos temas. Cultiva una poesía religiosa que, a contracorriente, mantiene a partir de la década de los cincuenta, del pasado siglo, el tema religioso de forma muy explícita: invocando y nombrando a Dios, expresando el gozo de su encuentro o la tristeza de su ausencia.
Hambre y sed tengo.
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Poesía flamenca. No es solo una música sino que también es una literatura. José Luis era un gran aficionado al flamenco, un buen conocedor de los cantes, que por fidelidad a sus raíces, su profunda conexión con la poesía popular, con la copla flamenca y con otras expresiones vivas de nuestra tradición, la cultivó, la hizo suya y escribió piezas memorables, llamadas a perderse como anónimas, en la memoria del pueblo.
Esta fue la razón del nacimiento del libro póstumo, “Cuidemos este son” (1997), en espléndida edición de su esposa, Maruja Romero.
El libro comienza con un poema que es el que le da el título, en el que ensaya una definición del flamenco, al mismo tiempo que nos plantea la necesidad de conservarlo como un tesoro.
Si escribir es llorar, ¿qué no es el cante
en este sur del sur tanto y tan puro?
Llanto preciosamente vertido contra el muro
de una agria realidad densa y flagrante.
….
Nunca te apagues, manantial de cobre,
lágrima inenjugable y rumorosa,
himno agujereado por mil puntas de lanza.
En ti encuentre el varón dolido y pobre
la materia diaria y generosa
para la rebelión y la esperanza
Fragmentos de video en formato super 8 del poeta Jose Luis Tejada. |
Gonzalo Díaz Arbolí
Académico de Santa Cecilia
MARTES, día 15 julio 2025, a las 20,30 h. Conferencia en el salón de actos de la Academia
"La dimensión trascendente en la Poesía de José Luis Tejada".
Conferenciante: D. Pablo Tejada Romero, Profesor de Artes Plásticas.
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