El Cántaro y la Piedra: La sabiduría de dejar ir
“Si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro” (Sancho II, 43: 1068)
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| Ilustración del artista alcazareño Antonio Tomás Romero |
LECCIONES DEL QUIJOTE PARA VIVIR CADA DÍA
Hay días en los que sentimos que todo va en nuestra contra. Luchamos, insistimos, creemos que, si nos esforzamos un poco más, todo cambiará. Nos enseñaron que rendirse es fracasar, que quien persevera siempre triunfa. Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si algunas batallas, por mucho que las peleemos, ya estuvieran perdidas desde el principio?
Vivimos en una época que glorifica la resistencia, la lucha constante, la productividad sin descanso. Esa idea, aunque inspiradora, también puede convertirse en una trampa. No todo se soluciona con esfuerzo. Hay situaciones que escapan a nuestro control. Y hay personas o caminos que, por mucho que lo intentemos, no cambiarán.
Ahí es donde entra en juego la sabiduría silenciosa, esa que no hace ruido, pero ilumina por dentro. Sancho Panza lo resumía con un refrán sencillo e irrefutable, porque no importa quién empezó ni de quién fue la culpa. Y no, no se trata de rendirse. Se trata de tomar conciencia. De saber cuándo algo ya no da más y tener el valor de dejarlo. Porque la verdadera fortaleza no siempre está en resistir, sino en saber retirarse a tiempo, y con dignidad.
El cántaro, por naturaleza, es frágil. Pero también es valioso. Sirve para contener, para cuidar. Y cuando se rompe, se transforma. A veces, es por las grietas por donde entra la luz.
Cada día tenemos la oportunidad de elegir: insistir donde duele o abrir espacio a lo que nos sana. Dejar ir no siempre significa perder; muchas veces es empezar de nuevo desde otro lugar, con más verdad y más calma.
Porque si da el cántaro en la piedra, o la piedra en el cántaro, el final es el mismo. Pero si el cántaro aprende a no golpear, a cuidar su forma, su destino ya no será romperse, sino perdurar.
Y ahí está la lección: no vivas para demostrar que puedes con todo. Vive para cuidar lo que eres. La vida no te exige ganar cada batalla, solo que aprendas a vivir cada día con sabiduría.
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| Ilustración del artista alcazareño Antonio Tomás Romero |
LA HISTORIA QUE FUE
Hace poco conocí a María Luisa. Una joven brillante, llena de vida y sueños. Estaba en una relación que, desde fuera, parecía perfecta: amor, compañerismo, planes de futuro. Pero dentro de ella crecía un vacío cada vez mayor. Aunque su pareja la amaba, no podía darle lo que ella necesitaba: un amor que fuera más allá de las palabras, un compromiso profundo, que tocara su alma.
Creía firmemente que el amor podía con todo. Pensaba que, si se entregaba más, si mostraba más comprensión, si expresaba mejor sus necesidades, él acabaría cambiando. Lo que no veía —o tal vez no quería ver— era que no se trataba de falta de esfuerzo, sino de una desconexión profunda e insalvable.
Durante meses, luchó por salvar lo que ya no tenía salvación. Se volcaba por completo, pero algo dentro de ella sabía que estaba perdiendo partes de sí misma. A veces sentía rabia, otras, tristeza, pero siempre mantenía la esperanza de que él entendiera, de que todo cambiara con un poco más de paciencia. Pero no ocurrió. Y, al final, tocó fondo. En su interior, la lucha había perdido el sentido. Era el momento de soltar, de decir adiós.
El proceso fue devastador. Nadie nos enseña a dejar escapar aquello que alguna vez creímos eterno. Pero, poco a poco, comprendió que no se trataba de una derrota, sino de un acto de amor propio. Soltar no fue fácil, pero la paz que empezó a sentir al liberar su corazón de una esperanza que nunca se cumplió fue profundamente transformadora.
No perdió: ganó. Ganó el derecho a seguir su camino, a encontrar un amor que realmente la comprendiera, que la amara tal y como era. A veces, el cántaro roto no es el final, sino el comienzo de una nueva historia. De una nueva vida.
Deja que tus palabras te sorprendan
¿Estás luchando por algo que realmente puedes cambiar, o te estás aferrando a lo irremediable?
¿Qué pasaría si, en lugar de seguir luchando, decidieras soltar con serenidad y confianza?
¿Qué aprendiste de las batallas pasadas en las que te aferraste, incluso cuando sabías que no podías ganar?
Antonio Leal Jiménez
Académico de Santa Cecilia
Artículo publicado en el
Semanal de la Mancha
13 diciembre 2025


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