Paseando con un poeta: Gustavo Adolfo Bécquer
Me informaron que era muy difícil quedar con él, que
no se le localizaba así como así. Total, que yo había desistido poder hablar
con Bécquer, cosa que me hubiese encantado. Pensaba incluso quitarlo de mis
paseos, pero la situación cambió de tono unas semanas después. Me encontraba en
el Museo de Cádiz, en el primer piso, fui atraído de extraña manera por el
cuadro de su hermano Valeriano que allí se expone, la pintura se llama
"Retrato de familia". En soledad y silencio miraba el trabajo que el
artista había realizado con la luz; parecía que el pintor quizás hubiese
querido hacer con ella algo así como lo que lograba Vermeer; pero no, Johannes Vermeer utilizaba la luz de un modo que casi llegaba a dar la impresión de que
pintaba al aire libre. Producía una sensación rara ver el personaje de la
izquierda con gesto abatido y cansado, frente a la iluminación de los niños,
como si representaran, en contraste, la ilusión de un futuro alentador.
No sabía
cuánto tiempo llevaba contemplando la obra, hacía rato que en aquella sala sólo
se oían mis ─no muy ruidosos y lentos─ pasos moviéndose frente a la pintura. Creí
que había una corriente, fina y cortante, de aire frío que circulaba justo
donde me hallaba, miré a ambos lados y era imposible la existencia de ese aire
gélido; no había nada visible que justificase aquel viento. Pensé otra vez en
el poeta; alguien dijo que era el más puro y espiritual de los poetas
románticos españoles. De repente me estremecí, en mi cabeza sonaron unos versos
del poeta que jamás había memorizado:
Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando
se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al
polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa
buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el
último será;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos
me llevarán.
Quedé
casi petrificado, totalmente quieto, sólo mis asombrados ojos se movían
agitadamente intentando ver algo en derredor y comprender qué sucedía. Esos
versos los sentí como si me los hubiesen inoculado, ¿recibimos información sólo
por medio de nuestros sentidos, o estamos también conectados con una parte
colectiva de nuestro ser? Estaba clavado en el suelo, percibí que él estaba
conmigo de una forma insólita. Intenté recordar algo de alguna rima que hubiese
leído alguna vez pero con poco rastro de ella en mi memoria. Sería imposible saber
por qué acudió a mi mente ─en ese preciso
instante─ la palabra "átomo"
y de inmediato me resonó:
Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan
en la luz.
Ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni
compás.
Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de
llorar.
Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin riendas que le guíen,
caballo
volador.
Locura que el espíritu
exalta y desfallece,
embriaguez divina
del genio
creador...
Se disipó toda duda, ahora estaba completamente seguro de que
estaba allí acompañándome en la contemplación del cuadro de su hermano. ¿Qué
podía hacer? ¿Le haría alguna pregunta? ¿Contestaría? ¿De qué forma lo haría?
Estaba en tal estado de
aturdimiento y sorpresa que se me ocurrió hacerle una pregunta ─que una vez
lanzada me pareció sin sustancia e improcedente─. Muy bajito, con voz
casi inaudible dije:
─¿Eres un poeta romántico?
No sé si se demoró la respuesta, se me escapaba la noción del
tiempo pero dentro de mi cabeza oí.
─Soy un poeta, soy un romántico por convicción, no concibo otra
manera de ser, soy un hombre dotado de la facultad de la voluntad, capaz de
elegir mis propios valores, de alcanzar mis propios objetivos, de controlar mi
propia existencia ─creí percibir una pausa─. Aquello que relataba en mis obras no eran
eventos que habían sucedido, contaba los sucesos que deberían ─noté un
fuerte énfasis en la palabra─ haber ocurrido. No me importaba lo que el hombre había
hecho, sino que intentara proyectar lo que debía hacer ─observé perfectamente
la fuerza que daba a esos vocablos.
Me tranquilicé un poco al escuchar la contestación y al ver
que la pregunta no había sido inadecuada, me atreví a seguir con otra:
─¿Romanticismo frente a Naturalismo?
La respuesta se retrasó unos pocos segundos.
─Así es, sin duda. Antes, en la literatura, el hombre era un ser indefenso,
su vida y acciones estaban determinadas por unos poderes fuera de su control,
el control estaba en las fuerzas del destino y en los dioses, el ser humano era
algo como metafísicamente imposible. Desafortunadamente, después del
romanticismo apareció el colectivismo y resurgió un extraño misticismo, ambos, otra
vez, como enemigos del individuo, y se sacralizó la sociedad. La
destrucción del romanticismo lo llevó todo a una cloaca cultural de la que no
se ha salido aún.
Se hizo un gran silencio, me sentí menos agitado e iba
volviendo a respirar con normalidad, mis ojos dejaron de moverse. Volvía a ver
el cuadro con claridad.
¿Quién en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo
quién se acordará?
¿Le sorprenderá que
aún le recordemos todos?
Me conmovieron las palabras de este
hombre serio; poeta de quimeras, de sueños, de árboles solitarios, de
fantásticas apariciones, de música en sus palabras...
Ignacio
Pérez Blanquer
Académico
electo de Santa Cecilia
Marzo
de 2012
Una y mil veces enhorabuena,lo he leido y releido porque no me canso.Gracias maestro!!!!(esta será mi coletilla porque es lo que me sale)
ResponderEliminarprecioso ! me encanta !
ResponderEliminarQué elegancia en el uso del idioma. El comentario de Gustavo Adolfo Bécquer y algunas de sus composiciones me sirven de enseñanza para conocer más de su obra. Graciad por este aporte.
ResponderEliminarNo he podido leer el artículo hasta ahora mismo, desde luego no sé hasta dónde llegará el autor con toda la imaginación que derrocha, las rspuestas de Bécquer son geniales. Felicidades.
ResponderEliminarDisfruto con estos paseos semanales. No hay mejor compañía que Machado, Bécquer, Coronado, etc.
ResponderEliminarLo he compartido, PRECIOSO, como siempre , gracias
ResponderEliminarAmigo Ignacio:¡¡¡FELICIDADES!!!.
ResponderEliminarNo tengo palabras para expresar cuan amenos se me hacen estos paseos de cada viernes y aunque los leo y releo para prolongarlos cada vez se me hacen mas cortos ¿porqué será?.