ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (84)

Origen pagano del Santuario

Los primeros santuarios fueron parajes donde la naturaleza manifestaba su poder y la gente sensible sentía alivio y bienestar. Una teoría atribuye esta energía a que la Tierra se halla sometida a corrientes telúricas, de naturaleza electromagnética, que dependen de la conductibilidad del suelo y de la presencia de aguas subterráneas, especialmente si las fallas conectan suelos de diferentes propiedades.
Esta confluencia produce un nódulo de energía que se manifiesta en bosques espesos y exuberante vegetación.
Es la misma sensación que se experimenta al adentrarse en una caverna; acercar las manos a una fuente y dejar que el agua fluya entre los dedos; notar la humedad de una planta; el aire de la montaña; o, sencillamente, palpar cantos rodados, piedras meteóricas o volcánicas…
Esto es lo que experimentaba el ser primitivo que, en circunstancias especiales de excitación o ingestión de drogas, era sensible a las fuerzas del lugar elegido por el brujo. En las sociedades con estructuras matriarcales, serían las ancianas y matronas las que aojaran el lugar donde la Gran Madre se manifestaba. Las primeras representaciones de esta fuerza de germinación y fecundidad son las "venus" paleolíticas, de atributos femeninos exagerados. Casi sin brazos y pies, rostros desdibujados, como Lespugue, Brassempouy, Willwendorf, Kostienki, Gagarino, Buretj…
De estas antiguas deidades femeninas descienden, con seguridad, las diosas de las remotas mitologías, como Isthar, Isis, Anáhita, Afrodita-Venus, Cibeles, que se desenterraron en campos, escondidas en troncos, depositadas en cuevas, abandonadas en cimas de montañas… Considerados todos lugares “santuarios”.
Con la llegada del Cristianismo, los cultos a la diosa de la naturaleza se mantuvieron en estos antiguos santuarios. La Iglesia intentó desarraigar estos cultos con escaso éxito. Finalmente, decidió apropiárselos. Porque, ¿qué relación puede existir entre estas diosas paganas de antiquísimos orígenes con la madre de Jesús? En cualquiera de los casos, las vírgenes siguen cristianizando estos santuarios tradicionales emplazados en lugares donde la naturaleza se manifiesta especialmente generosa, como acantilados batidos por el mar (San Andrés de Teixido); o donde concurren varios elementos como en el santuario de Tíscar y Cueva del Agua, cerca de Quesada, Jaén; al igual que en el de Ojo Guareña (Burgos), en el de La Balma (Morella), o en los universalmente conocidos de Montserrat, Covadonga, Guadalupe, etc. Los ejemplos serían numerosos.
 Álvaro Rendón Gómez

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