LA TRIBU DE LOS ARÉVACOS
Tribu de los Arévacos
En una visita reciente por las tierras de Soria que
guarda escondida bajo una capa de tierra o en las paredes de una cueva gran
parte de la historia más antigua de España, para estudiar la arquitectura
primitiva sobria y olvidada del románico soriano, al visitar la Ermita de Santa María de Tiermes, encontramos un yacimiento
arqueológico totalmente excavado en la roca donde habitaba el hombre desde el
II milenio a.C.
Las excavaciones han sacado a la luz testimonios de la
Edad del Bronce y una necrópolis celtíbera, urbe rupestre celtíbero-romana con
viviendas horadadas y luego soterradas en excelente estado de conservación. Se
tienen noticias de que en el siglo V antes de la era cristiana estaba habitada
por una tribu prerromana llamada Los arévacos, el nombre nos indica su
origen celta.
Los primeros datos que de los arévacos se conocen nos
llegaron a través del historiador griego Estrabón. Se sabe con certeza que habitaron en los lugares
de Osma (Uxama).
Esta tribu construía sus poblados sobre un oppidum -término genérico en latín que designa un lugar elevado, una colina o meseta. Era
un pueblo rústico, regido por caudillos, sin unidad entre sí y casi sin
comunicaciones. Se dedicaban a la agricultura y pertenecían a la más poderosa de todas las tribus celtíberas.
Cifraban su gloria en perecer en los
combates y consideraban como afrentoso morir de enfermedad. Parece ser que este
pueblo no enterraba a sus muertos, sino que quemaba los cuerpos ya que en sus
lugares de asentamiento se han encontrado necrópolis de incineración; sin
embargo, para los que perecían en combate no consideraban digno el quemar sus
restos, los cuales hacían descansar en cuevas, en fosas primero y
posteriormente en urnas.
Adoraban al dios Lug, divinidad de
origen celta al cual festejaban en las noches de plenilunios bailando en
familia a las puertas de sus casas. También rendían culto a sus muertos y a un
tal “Elman”. Tenían por costumbre dejar sus iconos o imágenes de los dioses en
cuevas situadas en abruptos peñascales –a veces se trataba de las mismas grutas
donde descansaban sus antepasados– y solían acudir a ellas en grupo en días
señalados para la ocasión.
En las guerras usaban espadas de dos
filos, venablos y lanzas con resaltes de hierro que endurecían dejándolos
enmohecer en la tierra. El cuneas u
orden de batalla triangular de los arévacos, se hizo temible entre los
guerreros de la antigüedad.
Sobre el año 200 a. C, el
cartaginés Aníbal, en sus luchas por la conquista de Hispania, obligó a huir a
los arévacos de Numancia aunque les permitió volver bajo la promesa de
que servirían a los cartagineses con lealtad.
Su historia sigue paralela a la historia
de Numancia, creando serios problemas a los conquistadores romanos que los
consiguieron dominar, en el año 98 a.C., tiempo en el que el cónsul Tito Didio
obligó a bajar a sus pobladores desde la ciudad al llano.
Gonzalo Díaz Arbolí
Socio colaborador de la Academia
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Muy interesante artículo que sabe a poco y despierta la curiosidad. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a vos don Alberto. Seguramente habrá una continuación que incluiría la ermita románica de Santa María de Tiermes.
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