El budismo de Borges
«Por
eso han fracasado los grandes movimientos de los últimos cien o puede que más
años -la democracia, el liberalismo, el socialismo-, a la hora de propiciar los
beneficios universales que en principio debían aportar, a pesar de sus muchas
ideas maravillosas. No cabe duda que es necesaria una revolución, pero no será
una revolución política, económica, ni siquiera técnica. Hemos acumulado
experiencias suficientes a propósito de este tipo de revoluciones durante el
pasado siglo y ya sabemos que un enfoque puramente externo no conduce a nada.
Lo que yo propongo es una revolución espiritual.»
Tensión
Gyatzo, 14º Dalai Lama del Tíbet
«[...] Sabe que no es un
dios y que es un hombre
que muere con el día. No
le importa.
Le importa el duro hierro
de los clavos.
No es un romano. No es
un griego. Gime.
Nos ha dejado
espléndidas metáforas
y una doctrina del
perdón que puede
anular el pasado.
[...] El alma busca el
fin apresurada.
Ha oscurecido un poco...
Jorge
L. Borges. “Cristo en la Cruz”.
Da un poco de miedo
ver cómo pasan los días aquí, sería estupendo que fuesen más lentos, más
pausados. Aunque no hemos hablado de ello, tengo la desagradable impresión de
que pronto se irán. Eso me causa desazón pero no les preguntaré nada; ellos comentarán
algo cuando lo crean oportuno. Hoy cenamos en su porche y estoy invitado. María
K. ha ido al pueblo a comprar algunas cosas, quiere sorprenderme, dice que es
una comida un tanto especial. La población está a ocho kilómetros del balneario
y esta mañana pidió un taxi para desplazarse allí.
No puedo
evitar el recuerdo de Bad Tölz, en Baviera, al sur de Alemania. Ambos lugares deben
tener casi los mismos habitantes. En los dos existe una calle mayor que tiene
una pronunciada pendiente; ancha y sin aceras. Ahí están los edificios
principales; el Ayuntamiento y alguna que otra dependencia oficial. Tiendas con
vistosos escaparates; restaurantes hay cinco o seis. En uno y otro las dos
calles desembocan en un río precioso con bosques cercanos.
Sí hay dos
palpables diferencias; aquí las fachadas son muy blancas mientras que las del
pueblecito alemán son coloreadas, vistosas, con dibujos de pajes, leones y
cenefas admirables. En el paralelismo entre los dos lugares destaca una
singular forma de vida muy vinculada a la existencia de esos numerosos
balnearios cercanos.
Pensé que
en la cena de aquella noche podría sacar el tema del budismo; quería obtener de
viva voz alguna opinión interesante. Sabía que Borges publicó en 1976 un
librito titulado “Qué es el budismo” en colaboración con Alicia Jurado.
Alicia era una joven intelectual ─políglota─, amiga de don Jorge que escribió su primera biografía, titulada “Genio y figura de
Borges”. Trabajo que tuvo bastante éxito y del que se hicieron varias
reediciones.
Recordé
que hacía muy poco tiempo alguien citó unas palabras de Alicia Jurado que narraban
una tierna historia:
“Un día Jorge Luis y yo estábamos comiendo
en el hotel Dorá, frente a su casa. Yo le pregunté: «¿Cree usted que está
enamorado de María?» y él se sonrojó y rió como un escolar. No dijo sí ni dijo
no, simplemente se sonrojó y a los ochenta años eso ya significa algo…”.
María K.
me pidió por la tarde ─si no tenía ningún inconveniente─ que le prestase la
mesa del porche, pues en una única mesa no había suficiente espacio para poner
tantas cosas. Comentó que la cena no sería abundante pero sí muy variada.
Cargué la mesa a mis espaldas y se la llevé. También le ayudé a situarla como
ella deseaba. No vi a Borges, que estaría dentro pensando o descansando.
Le
pregunté si veía oportuno que hablásemos sobre el budismo, le expliqué que era
algo que me interesaba sobremanera. María K. lanzó una enorme risotada:
─¿Aún no
se ha dado cuenta que él habla de lo que quiere? Es muy difícil que se centre
en un tema que se le proponga. Borges suele salir por donde le place en ese
momento ─Caí en la cuenta que a veces María K. me tutea y otras veces es más
ceremoniosa y se dirige a mí de usted.
─Sí, algo
de eso hace; ya lo he notado ─le comenté.
─Le
contaré una anécdota sobre este asunto.
Miró a
mis ojos viendo saltar la expectación.
─Hace
unos años le invitaron a participar en una mesa redonda que organizaba una
asociación rusa de literatura y arte de Buenos Aires. Había que hablar de Fiódor Dostoyevski pues se trataba de un acto
conmemorativo, un homenaje al escritor. Cuando él tuvo que intervenir dijo algo
así: “Bueno, a mí Dostoyevski no me gusta demasiado, yo prefiero hablar de
Dante”. Y empezó a hablar de Dante y de la “Divina Comedia” sin inmutarse y
sin encomendarse a nada. Fue muy divertido, el público lo aceptó como una
simpática excentricidad. En realidad lo hace con frecuencia; a lo mejor le
quieres comentar algo de James Joyce y él te sale por G.K. Chesterton u otro
que le llame la atención en ese momento.
Aprovechando
que aquel día la veía con ganas de hablar le pregunté:
─¿El
interés de Borges por el budismo es por influencia suya?
─¿Mía?
No, no. Mi madre era española y mi padre japonés que cultivaba el Sintoísmo, la religión tradicional del Japón, que está basada en la adoración de los kami o espíritus de
la naturaleza. No sé nada del budismo ─añadió.
─¿Sabe de dónde procede el interés de
Borges por el budismo?
─Sí.
Eso lo ha repetido él en innumerables ocasiones, fue la lectura del libro de
Arthur Schopenhauer “Die Welt als Wille
und Vorstellung” ─El mundo como voluntad y representación─. Esta obra,
quizás la más importante del filósofo alemán enamorado de la lengua de Calderón
y de Baltasar Gracián, es la que le llevó a interesarse por el budismo y por la
cultural oriental.
─Probablemente la atención que ha
prestado el escritor al budismo haya inducido a pensar, a algunas personas, que
Borges profesaba el budismo, ¿no?
─Borges ha negado este extremo en
múltiples ocasiones, en todas en las que se le ha planteado esa pregunta.
Aunque siempre ha dicho que le agrada el budismo porque, de todas las
religiones que existen, la predicada por Buda es la que exige menos credulidad.
Con frecuencia ha mencionado que las otras, la mayoría, exigen la creencia de
una cantidad abundante de mitologías, de quimeras teológicas.
─Sin embargo, es curioso, el budismo
casi no tiene presencia en la narrativa borgiana. Eso produce cierta extrañeza,
¿no es así?
Quedó en silencio durante unos instantes
muy densos. Luego recitó unos versos desconocidos mirando al ocaso.
«Cuando nos anonada la desdicha,
durante un segundo nos salvan
las aventuras ínfimas
de la atención o de la memoria:
el sabor de una fruta, el sabor del agua,
esa cara que un sueño nos devuelve,
los primeros jazmines de noviembre,
el anhelo infinito de la brújula,
un libro que creíamos perdido,
el pulso de un hexámetro,
la breve llave que nos abre una casa,
el olor de una biblioteca o del sándalo,
el nombre antiguo de una calle,
los colores de un mapa,
una etimología imprevista,
la lisura de la uña limada,
la fecha que buscábamos,
contar las doce campanadas oscuras,
un brusco dolor físico.
durante un segundo nos salvan
las aventuras ínfimas
de la atención o de la memoria:
el sabor de una fruta, el sabor del agua,
esa cara que un sueño nos devuelve,
los primeros jazmines de noviembre,
el anhelo infinito de la brújula,
un libro que creíamos perdido,
el pulso de un hexámetro,
la breve llave que nos abre una casa,
el olor de una biblioteca o del sándalo,
el nombre antiguo de una calle,
los colores de un mapa,
una etimología imprevista,
la lisura de la uña limada,
la fecha que buscábamos,
contar las doce campanadas oscuras,
un brusco dolor físico.
Ocho millones son
las divinidades del Shinto
que viajan por la tierra, secretas.
Esos modestos númenes nos tocan,
nos tocan y nos dejan.»
que viajan por la tierra, secretas.
Esos modestos númenes nos tocan,
nos tocan y nos dejan.»
Aquella noche supe que Borges había
creado allí ─hacía un par de días─ ese poema, «Shinto», y que lo publicaría, lo
más pronto posible, en un libro que ya tenía título: “La cifra”.
Caminé
despacio ─con pasos inevitablemente ensimismados─ hacia mi cabaña…
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia
Magnífico.
ResponderEliminarCreo que voy a leer más a Borges.
Respuesta a mi pregunta sobre si era budista con un estupendo artículo, gracias!!!
ResponderEliminarAcabo de leer este capitulo de hoy sobre Borges. Me ha parecido muy bueno. Me encanta ese saber pero no saber, ese decir pero no decir. A Borges le veo inaccesible pero cercano, complejo pero sencillo. Y la relación con él difícil y lejana pero entrañable. Precioso capitulo. Enhorabuena.
ResponderEliminarSe puede descargar el libro de Borges y de Alicia Jurado desde el siguiente enlace: Qué es el budismo
ResponderEliminarIgnacio P. B.
ResponderEliminarFelicidades como siempre por tu gran narrativa y sobre todo porque con ello nos animas a seguir leyendote, no solo a tí si no también a otros autores.
Gracias.