ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (306)
EL TOBOGÁN
Conforme vamos cumpliendo años, más aún,
conforme van cumpliendo años aquellos a quienes amamos, vamos teniendo la
sensación, cada vez más ingrata y acuciante, de que la vida se va pareciendo a
una especie de tobogán lento, muy lento y bastante mal iluminado. De pronto,
nos damos cuenta de que hemos asumido sin saberlo que conviene adornar ese
trayecto con algunas distracciones: tareas, amigos, vacaciones, proyectos,
citas… todas ellas suficientemente urgentes y convenientemente distribuidas. Se
acuerda una, entonces, de Alicia (me refiero a la de El país de las maravillas) cuando cae por el agujero de la
madriguera del conejo. Ella, en el aburrimiento inconsciente de la caída,
intenta alcanzar por el camino cosas diversas al vuelo, como un bote de
mermelada (por cierto, vacío); se entretiene a ratos en formulaciones de
cálculo matemático, o ensaya reverencias. Todo durante el descenso imparable.
Algo así se le figura a una que podría
ser la vida, sólo que más morosa, más pausada –al menos en los primeros
tramos–; un deslizarse en línea no del todo recta, con una aceleración progresiva
y en medio de una densa niebla; una cadena rígida de eslabones contados que son
horas, y son días y años irreversibles.
Pero llega ahora la Pascua y una intuye que creer en la Resurrección de
Cristo es como levantar la vista del tobogán y atisbar brevemente entre la
bruma un campo enorme, soleado y sin horizontes en el que en realidad nos hemos
estado moviendo siempre, sólo que cegados por una mezcla rara de vientos, miedo
y calima.
La física cuántica juega con la
posibilidad extravagante de que el tiempo, fuera de ciertas coordenadas –fuera
del tobogán, vamos– no exista. La física cuántica parece que está descubriendo
cuál es la mirada de Dios eterno.
Inmaculada
Moreno
Académica
de Santa Cecilia
El coro Aleluya es una de las obras más conocidas de Haendel. Pertenece a su oratorio El Mesías. Cuando terminó el coro de Aleluya, dijo a su asistente: "Creo que he visto el cielo delante de mí, y también a Dios."
Amazing Grace, (conocido en
algunas regiones hispanohablantes como (Sublime gracia) escrito
por el clérigo y poeta inglés John Newton (1725-1807) y publicado en
1779. La composición transmite el mensaje cristiano de que el perdón y la
redención es posible a pesar de los pecados cometidos por el ser humano y de que el alma puede salvarse de la
desesperación mediante la gracia de Dios.
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