ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (326).
Evocación de Mönchengladbach
Ahora mismo no
recuerdo qué se nos había perdido en aquel lugar llamado Mönchengladbach. El
viaje había sido un poco cansado, algo más de seiscientos kilómetros, pero lo
habíamos alargado en tiempo porque cuando llegábamos a alguna ciudad conocida
siempre nos entreteníamos algo. Desde la salida de Munich ─más exactamente
desde Dachau─ paramos en la hermosa ciudad de Augsburgo y en Ulm para recordar
a Albert Einstein en su lugar de nacimiento. Comimos en un magnifico restaurante
que nos habían recomendado, y que nos costó bastante tiempo encontrar, entre
Heidelberg y Mannhein. Después rodeamos Bonn y Colonia hasta que llegamos a Düsselforf.
Y de allí, en una media hora, a Mönchengladbach.
El hotel estaba en la parte, o barrio, o
antigua ciudad, de Rheydt. Aún conservo una tarjeta del alojamiento situado en
la calle Friedensstraße. También recuerdo que fue una odisea tratar de cenar
algo, ya no había nada abierto. Dimos un paseo por aquellos lugares bastante
solitarios.
Un hombre excesivamente abrigado, estaba
parado en una esquina, nos saludó amable quedándose parado delante de nosotros
de manera que nos impedía el paso. Casi sin mirarnos señaló una casa con su
mano derecha en la que le ardía un cigarrillo humeante. Transcurridos unos
segundos dijo:
─Ahí nació él ─nos lo dijo en español, admirativamente,
y con fuerte acento mediterráneo. No añadió nada más y se marchó.
El episodio nos causó tanta extrañeza que enmudecimos durante unos instantes.
Mi amigo alemán, agitó el dedo índice
varias veces, como pensando, y con la sonrisa de sabio que a veces ponía, dijo
con parsimonia:
─¿El ministro nazi de Ilustración Popular y
Propaganda?
─¡Exacto! Sí, seguro, ahí nació el perverso
ministro de Hitler.
«Hay
que lanzar continuamente informaciones y nuevos argumentos a un ritmo frenético,
de tal manera que cuando el enemigo responda la gente esté ya interesada en
otro asunto. Las respuestas del enemigo nunca han de poder contrarrestar el
nivel creciente de acusaciones y bulos».
Hoy, tres de octubre, con una España
dolorida, recuerdo aquello. Recuerdo alguno de los principios de Goebbels: «La propaganda debe contener un pequeño
número de ideas y tienen que ser repetidas exhaustivamente; esas ideas ─sintéticas─
deben ser mostradas desde diferentes perspectivas, pero siempre enfocadas sobre
el mismo concepto. Sin fisuras, sin dudas».
Lo sabemos todos; la famosa frase de
siempre: «Si una mentira se repite
suficientemente, acaba por convertirse en verdad».
Hoy, tres de octubre, con la España nuestra dolorida,
aún sigo preguntándome:
─¿Qué hacía aquel catalán en
Mönchengladbach? De noche… frente a la casa de Goebbels.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia
Muy sutil.
ResponderEliminarMagnífico y muy sugerente, no se puede decir más con menos.
ResponderEliminarEl catalán estaba aprendiendo en el origen.
ResponderEliminarCurioso, sugerente, agudo, oportuno e intrigante, incluso hasta después del final
ResponderEliminarEse catalán estaba aprendiendo...y vaya si han aprendido bien!!!
ResponderEliminarComo siempre. Espléndido. La descripción del recorrido es deliciosa y parece que también formo parte del viaje. En cuanto al fondo del escrito has resumido muy bien de que se trata eso de la propaganda. La manipulación de las mentes a través de la repetición constante de ideas falsas y mentiras históricas. La sabiduría del refranero español recoge "quién siembra vientos recoge tempestades". Y de eso se trata. Aprovecharse de mentes inutilizadas, de vidas marginadas y pobres, de gente desencantada, de almas mediocres, enfermas o malvadas para propagar el odio. El odio como camino para instaurar la tiranía del fanatismo.
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