La historia de Zenkō
Mi
amigo japonés, el maestro Zen Daitō Tenkei, siempre es un acontecimiento en los
alrededores de casa cuando, de tarde en tarde, viene a visitarme. Suele pasar
unos días con nosotros, y viste una típica túnica a la que llama kesa, él dice que es su imprescindible
hábito de pobreza, de humildad y espíritu de servicio. Suelo preguntarle el
porqué de dejar el hombro derecho libre. El kesa cubre todo el cuerpo menos el hombro derecho. La gente lo mira, él saluda a todos y ríe
siempre con los ojos entornados. Por casa camina descalzo, pero
cuando salimos a la calle lleva unas sandalias muy rústicas que creo que se las
hace él mismo. Daitō viaja por todo el mundo la mitad del año, visita las
comunidades y asociaciones Zen de Europa y América, la otra mitad la pasa en
Japón, en Kioto.
Esta vez venía de Barcelona, y había pasado
también unos días por Cuenca antes de venir al Puerto, comenta que le
fascinan las casas colgantes y que sería un lugar ideal para instalar un
monasterio Zen. Tuve la indelicadeza de preguntarle si había captado algo de la
situación que se estaba viviendo estos días en Cataluña, quería saber su visión
de todo aquello.
Después de pensar unos instantes, y sin
dejar de sonreír y mantener los ojos semicerrados, me dijo:
─Cataluña me ha recordado mucho la historia
del maestro Zenkō.
─¿Qué historia es esa? ─pregunté
expectante.
─Hace mucho tiempo el maestro Zenkō en uno de
sus peregrinajes encontró los restos de un antiguo templo, contemplando
aquellas ruinas se le ocurrió que sería bueno reconstruirlo. El carecía de
recursos para emprender aquella obra y después de mucho meditar tuvo una
singular idea.
─¿Cuál fue la ocurrencia? ─le interrogué curioso.
Cuanto más impaciente me muestro más sonríe
y más pausas largas hace. Después de unos interminables segundos prosiguió:
─Zenkō escribió
un gran letrero que decía que un determinado día del siguiente mes haría una gran
hoguera y que se arrojaría a ella.
─¿Así, sin más?
─Bueno… Añadió que aquellos que quisieran
asistir a su incineración deberían aportar algún dinero para la leña de la
pira. Él fue repartiendo letreros por todas las poblaciones cercanas.
─Seguro que tuvo éxito, a la gente le puede
el morbo ─comenté.
─Sí, la población se sintió atraída, y
ansiosa, de contemplar aquel extraño suceso y las donaciones empezaron a llegar
rápidamente. El día anunciado para su cremación una enorme multitud se apiñaba alrededor
del antiguo templo derruido esperando que se encendiese el terrorífico fuego,
ese fue el lugar elegido por el maestro Zenkō.
─¿Y qué hizo el monje?
Seguí preguntándole muy interesando en la
historia sin acordarme que, inicialmente, le había planteado algo sobre la
cuestión catalana.
─El maestro Zenkō adoptó la postura de
meditación, zazen, sobre una pequeña
plataforma que había situado en lo alto del montón de leña. Pidió a los que
estaban más cerca, que cuando él diese una señal convenida prendiesen fuego a la
pira. Entonces el monje empezó una meditación profunda. La muchedumbre también
guardó un respetuoso silencio. Pasó así mucho tiempo.
─¿Y la gente aguantaba?
Mi amigo Daitō Tenkei se burlaba de mi desasosiego
y añadió:
─De pronto empezó una fuerte tormenta. Relámpagos,
rayos y lluvia caían sobre el gentío. Zenkō dirigió su mirada a los cielos y agitó
su cabeza. Mirando a la aturdida multitud gritó con voz muy potente: ¡Escuchad,
escuchad! ¡Oídme! ¡Las nubes y los truenos me han hablado! Cuando estaba a
punto de ordenar el comienzo de la cremación, las santidades del cielo me han
comunicado que cese en mis intenciones de quemarme vivo, que aún es demasiado pronto
para abandonar esta desdichada vida. Me conminan a permanecer en este mundo
para salvar a todos los seres que pueda. Así pues, me es imposible proseguir
con la cremación…
─¿Y qué hizo con el dinero que había recaudado?
─le pregunté muy intrigado.
─¿Con el dinero? ─se preguntó un tanto
ausente. Y después prosiguió:
─Con dinero obtenido con los donativos pudo
restaurar el desmantelado, y arrasado, templo.
Nos quedamos un rato callados…
Aún no tengo muy claro cuál es la relación
de esta historia del maestro Zenkō y el asunto catalán.
Ignacio Pérez Blanquer
Me gustan mucho estas historias orientales, y que tienen su punto de intriga y hacen pensar.
ResponderEliminarEsperaba un cuento de Navidad original, pero vale, me gusta este también. Feliz noche profe.
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