DE NUESTROS ACADÉMICOS: El ‘advertidor’ apocalíptico

Me encanta pasear por el enorme patio y por el atrio de la cartuja, lo he hecho muchas veces. Allí se hace realidad eso del remanso de paz, se medita, piensa, y se calman las agitadas neuronas. Queda la mente a su libre albedrío, contemplando arrobado esa arquitectura. La portada tetrástila de Andrés de Ribera da la impresión de ser un arco del triunfo, con florones, ventanucos calados, escudos… Una espléndida muestra de obra de arte renacentista. Y la fachada de la iglesia, de un gótico tardío, que con las obras de 1667 se convierte en una especie de retablo barroco tallado en piedra, con frisos y pilastras, jarrones; con sus columnas corintias. Nunca he entrado dentro, no he tenido la oportunidad de hacerlo, ni tan siquiera he visto la iglesia, salvo en fotografías. Como en otras ocasiones tomé asiento en uno de los bancos de hierro del patio, el que está más cerca de la portada. El tiempo se congela allí; quizás había pasado bastante rato cuando un monje encapu...